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La picaresca

En esta semana, el profesor Márquez Villanueva está ofreciendo en la sede de Sevilla de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo un curso sobre Guzmán de Alfarache, el pícaro sevillano de nuestro Siglo de Oro, que ha quedado en la literatura universal como el Pícaro por antonomasia. "Fue el primer éxito mundial de público, el primer best seller universal", dice el profesor Márquez Villanueva, quien llega incluso a añadir que "sin Guzmán de Alfarache no existiría el Quijote".No sé si Josep Piqué acabará teniendo la fortuna de Guzmán de Alfarache y encontrará un Mateo Alemán que lo inmortalice. Me temo que no. Y no porque las andanzas del pícaro catalán de finales del siglo XX, a pesar de que las que conocemos por el momento parece que no van a ser nada en comparación con las que acabaremos conociendo si José María Aznar se empeña en mantenerlo como ministro y portavoz del Gobierno, desmerezcan de las del pícaro sevillano de nuestro Siglo de Oro.

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Es la naturaleza de dichas andanzas la que hace poco verosímil que algún gran novelista se ocupe de ellas. Guzmán de Alfarache era una figura entrañable, en la medida en que estaba en el límite de la supervivencia y tenía que recurrir a los más inverosímiles trucos para mantener, como dicen los ingleses, el cuerpo y el alma juntos. Por eso la picaresca fue un género literario que tuvo y sigue teniendo innumerables seguidores. El análisis de la condición humana en condiciones extremas nos enseña siempre mucho sobre nosotros mismos y sobre los demás, es decir, sobre la sociedad que compartimos. Sea la del Siglo de Oro, sea la del Gobierno popular de finales de este siglo.

Ésta es la razón de que la figura del pícaro tenga grandeza. Las andanzas del pícaro sevillano del siglo XVI no eran más que diversas formas de manifestación del derecho cuasi-natural a la legítima defensa. No frente a otro individuo, sino frente a una sociedad hostil, en la que no podía jugar limpio porque todas las cartas estaban marcadas contra él. Por eso el veredicto del jurado que componemos los lectores es inequívocamente absolutorio.

Las andanzas del pícaro catalán de este final de siglo son de naturaleza completamente distinta y carecen de la más mínima grandeza. La picaresca era divertida, ingeniosa. Las andanzas del pícaro conmovían. La piqueresca, por utilizar el término acuñado por Luis García Montero, aburre y repugna. Con la excepción de Javier Tusell, no conozco a nadie a quien le haya "caído bien" la conducta del portavoz del Gobierno. Entre otras cosas, porque los ciudadanos podemos entender que quien no puede jugar limpio, no lo haga. Pero no podemos entender que a quien la sociedad ha puesto en condiciones de jugar limpio, juegue sucio. Josep Piqué no es el pícaro pobre que hace lo que hace porque no puede hacer otra cosa para sobrevivir. El portavoz del Gobierno es el pícaro rico, que defrauda a la sociedad que ha tenido un comportamiento extraordinariamente generoso con él.

Por lo que leí en la prensa de ayer, jueves, el PP ha llegado a constituir un comité, que el diario El Mundo llega a calificar de "comité de crisis", para hacer frente a los problemas que aquejan al portavoz del Gobierno. Si no ha habido piqueresca y la conducta del portavoz del Gobierno es intachable, ¿para qué el "comité de crisis"? ¿No sería mucho mejor que se aceptara la constitución de una comisión de investigación y se hiciera uso de la inspección de Hacienda para despejar las dudas que pueda haber sobre la trayectoria profesional del señor Piqué y sobre el cumplimiento de sus obligaciones tributarias?

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