De 'supositorios', chirimbolos y 'pantallas antisuicidio'
Las protestas contra la estética urbana impuesta por el Ayuntamiento de Madrid no son un fenómeno nuevo. Ya en 1986, en plena etapa socialista, Juan Barranco tuvo que pasar por la ducha escocesa debido a la instalación en la Puerta del Sol de los supositorios, una farolas de diseño vanguardista que, en opinión de sus detractores, rompían con la estética de la plaza. La polémica se mantuvo viva hasta la llegada al poder del PP, que decidió apagarla por la vía rápida. Esta operación, que culminó en 1994 con la retirada del último supositorio y su sustitución por farolas de estilo fernandino, no impidió que el actual alcalde, a su vez, se convirtiese en víctima de sus propias y denostadas decisiones estéticas. Así ocurrió con su reforma (ya terminada) de la plaza de Oriente. Aquí las iras de entidades como el Club de Debates Urbanos se centraron sobre todo en el túnel y el aparcamiento subterráneo, dos tipos de obra cuya multiplicación constante ha caracterizado la política viaria de Álvarez del Manzano hasta el punto de convertirse en objeto de la sátira de sus adversarios.Otras dos medidas polémicas y también cumplidas pese a las protestas, por su fealdad, han sido la instalación por las calles de la ciudad de los chirimbolos (unos gruesos e historiados postes destinados principalmente a aumentar la recaudación municipal por la vía publicitaria) y el acristalamiento con pantallas irrompibles de los laterales del Viaducto para evitar suicidios.
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