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FALLAS DE VALENCIA

Un monumento a la oreja

Lo único importante de la fiesta es la oreja. Al público valenciano, especialmente, la oreja es que le priva. Una oreja, en Valencia, vale un potosí. Todo lo demás -el toro, el toreo, la lidia- le trae sin cuidado. Pero la oreja peluda que no se la quiten. Otras plazas van por el mismo camino. Cree uno que para ser consecuentes con la nueva fiesta y hacer honor a las preferencias del público, en los aledaños de la plaza deberían erigir un monumento a la oreja peluda. En Valencia, junto a la estatua de Montoliu; en Las Ventas, donde la del doctor Fleming. En Salamanca les puede salir más barato pues ya tienen el monumento al toro bravo -muy bonito por cierto- y sólo necesitarían agrandarle las orejas, dejárselas al estilo Dumbo. La oreja..., ¡la-o-tra, la-o-tra! es el coro emblemático de las corridas de toros. Donde antes decían ¡torero!, o ¡cojo!, o ¡más caballos!, ahora gritan ¡la oreja! Donde antes el torero merecía pitos, silencio, ovación, vuelta al ruedo, según cómo le hubiera ido el faenar, ahora le dan la oreja y, con un poco de suerte, la-o-tra, la-o-tra.El público valenciano pide la oreja enarbolando la almohadilla, que en esta plaza mide del orden de 30 x 40 centímetros, con lo cual cada petición equivale a media docena. En el fondo se trata de un truco para manipular la petición y casi siempre falsea la realidad, pues lo que parece petición mayoritaria no pasa de ser minoritaria y hasta ridícula. Este caso se produjo con la oreja que le regalaron a Vicente Barrera previo fragoroso almohadilleo y agudo griterio, y cuando salió a dar la vuelta al ruedo, gran parte de la plaza protestó.

Alcurrucén / Barrera, Rivera, Juli

Toros de Alcurrucén, terciados, varios chicos, 1º sospechoso de pitones, 2º y 6º impresentables, 1º bravo, resto mansotes aunque en general encastados.Vicente Barrera: pinchazo -aviso- y estocada caída perdiendo la muleta (escasa petición, ovación y salida al tercio); primer aviso antes de matar, estocada corta baja, rueda insistente de peones -segundo aviso con retraso- y dobla el toro (oreja protestada). Rivera Ordóñez: estocada trasera caída tirando la muleta y rueda de peones (oreja); tres pinchazos y estocada (ovación y salida al tercio). El Juli: estocada corta tendida caída y dos descabellos (oreja); pinchazo y estocada (oreja); salió a hombros por la puerta grande. Enfermería: el picador Manuel Carrasco, derribado por el 1º, sufrió fractura de fémur, pronóstico grave. Plaza de Valencia, 20 de marzo. 10ª y última corrida fallera. Lleno

La protesta iba asimismo contra el presidente, por su mala afición y sus cortas luces. Vicente Barrera había hecho una faena larguísima de nulas calidades. Toreaba de perfil, dejando atrás la muleta y le salían medios pases cargados de mediocridad. Eran todos pases de derecha con una efímera concesión a la izquierda que le resultó un churro. Finalmente se puso tremendista, con pases de rodillas y un desplante tirando los trastos. Mató mal, escuchó dos avisos, hubo estruendosa petición de oreja, el presidente se apresuró a concederla y la plaza de Valencia quedó a la altura del betún.

La plaza de Valencia ha perdido toda la credibilidad que tuvo en tiempos y apenas cuenta en el concierto taurino. Una oreja cortada en Valencia no tiene proyección y casi nadie se la cree.

Se la pidieron a Barrera en su primer toro, un bravo ejemplar al que hizo otra interminable faena de poco fundamento. Ese toro merecía mejores formas. Toro realmente bravo, sacó al caballo hasta los medios romaneándole recrecido y poderoso, y lo derribó de tan mala manera que Manuel Carrasco, el picador, salió del trance con una grave fractura.

La vulgaridad y el toreo inspirado en el arte de adefesio compusieron el argumento de la corrida. A lo mejor es que ese tono y ese arte son lo que gusta; quién sabe. Montones de derechazos y alguna breve serie de naturales produjo Rivera Ordóñez, fuera cacho, con descarado abuso del pico, destemplado, hurtando alguna embestida codiciosa por el astuto procedimiento de meterse en los costillares, y para matar pegaba un brinco echándose fuera. Y le aclamaron por todo eso.

Sumido asimismo en la mediocridad anduvo El Juli, salvo un tercio de banderillas que ejecutó asomándose al balcón. Sus proverbiales alardes capoteros no se produjeron en esta ocasión. Perdió terreno al girar navarras, las chicuelinas las dio deslavazadas, por gaoneras sufrió un achuchón y, al reemprenderlas, se cayó al suelo...

No pasa nada. Nadie es perfecto. Sin embargo las carencias que ya se le habían observado otras veces al torear de muleta, resurgieron acentuadas y alarmantes. El Juli metía pico, como todos; El Juli basó su primera faena de muleta en el toreo con la izquierda mas no ligó ni un natural y, al rematarlo, corría, como todos también.

Durante la segunda hubo de limitarse a consentir y aguantar la media arrancada del toro, que pronto pasó a reservón y le acosó varias veces. Tuvo mérito el aguante, mas hacían falta unos recursos lidiadores, que no empleó. Pero daba lo mismo: cuanto queda dicho le valió para salir por la puerta grande.

Quién te ha visto, Valencia... Catalogada como plaza de primera, es de cuarta en realidad y sólo le falta erigir un monumento a la oreja. Antes era una de las más importantes del mundo y tenía fuerza en el concierto taurino. Ahora está a la altura de Benidorm.

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