_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Regrezionzsverbot"

IMANOL ZUBERO Esta palabra alemana significa "prohibición de regresión". Es utilizada como consigna movilizadora en contra de todo intento de revisar a la baja conquistas sociales fundamentales para el Estado social de derecho con la disculpa de la construcción europea, la competitividad o la globalización. Lo que se está diciendo con esa palabra es que hay situaciones a las que no se puede volver, que hay logros a los que no se puede de ninguna manera renunciar; que hay cosas -valores, ideas, instituciones, vidas- con las que no se puede jugar. Se trata de una versión laica de esa dicotomía universal que se expresa mediante el binomio sagrado-profano. Sagrado es, por definición, aquello que no se debe profanar; ese límite que no debe franquearse (aun cuando pueda hacerse) sin entrar en la esfera del mal absoluto. La prohibición de regresión dibuja el espacio en el que una comunidad humana decide que la vida digna es posible; más allá de ese espacio sólo cabe la indignidad y la inhumanidad. La situación política abierta en el País Vasco tras la tregua de ETA se parece cada vez más a una shakespeariana historia llena de ruido y furia. En estas circunstancias, es fundamental que en el País Vasco desarrollemos nuestra propia Regrezionzsverbot. No podemos regresar a los tiempos en los que la violencia era utilizada como instrumento de acción política. No podemos, por tanto, aceptar como mal menor la violencia callejera, pues ésta busca influir ilegítimamente sobre la acción política. No podemos tampoco volver a los tiempos del mercadeo político con la situación de los presos y sus familiares (aunque, en este caso, lo más adecuado sea decir que no podemos continuar instalados en esos tiempos). No podemos alimentar dinámicas de desprestigio institucional al socaire del duelo partidario. No podemos enfrentar víctimas contra víctimas, dolor contra dolor, agravio contra agravio. No podemos regresar a los tiempos de las dos comunidades. Tampoco podemos regresar a la ilusión de la aritmética electoral que nos permita desconocer la profunda y consistente pluralidad de la sociedad vasca. Que nadie se equivoque: ningún tiempo pasado fue mejor. El futuro puede presentarse oscuro, pero nadie debería caer en la tentación de la regresión. Es urgente que definamos entre todos una serie de elementos que de ninguna manera deben ser profanados. Es preciso descartar la práctica del usar y tirar, excesivamente instalada en nuestra vivencia de la política. Pero esta prohibición sólo es posible a partir de una previa autolimitación. No haremos nada entre todos si previamente no hemos afirmado cada uno nuestra propia Regrezionzsverbot. Es preciso que cada uno nos digamos que hay cuestiones tan importantes que jamás las utilizaremos como combustible para la pelea política. La prohibición de regresión se sustenta sobre la renuncia unilateral a transgredir determinados límites, incluso cuando en virtud de la justicia retributiva estemos legitimados para hacerlo. "Siempre he creído que el horror tiene un límite donde detenerse y contemplar desde arriba", escribe el poeta austríaco Erich Fried. "Un límite que sabemos que es peligroso. Donde no hay que dar un paso más ni asomarse. Donde mejor es retirarse uno o dos pasos. Aunque estuviera previsto de pretil al cual aferrarse no habría que fiarse de él. Podría estar resquebrajado y derrumbarse o desmoronarse". Existe en las sociedades una suerte de resistencia orgánica que explica el hecho de que, a pesar y a través de crisis, guerras, y desastres, el ser humano siga adelante. Pero también existe una especie de entropía social -una tendencia al enfriamiento, a la descomposición, a la pérdida de energía social- que a todos nos debería preocupar. Sería el colmo que esta sociedad vasca, que en los tiempos de la violencia ha sido capaz de animar por doquier ejemplos y testimonios de vigor moral, se mostrara incapaz de afrontar la situación actual por no asumir que hay límites que no deben sobrepasarse.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_