Lafontaine asegura que dimitió porque no existía "trabajo en equipo"
Oskar Lafontaine puso ayer fin a tres días de silencio sobre las razones de su repentina e inesperada dimisión como jefe del Partido Socialdemócrata (SPD) y ministro de Finanzas alemán y criticó al Ejecutivo de Gerhard Schröder por su "escaso trabajo en equipo". Sin esa colaboración "no se puede trabajar con éxito", aseguró el ex ministro. "Cuando el equipo no juega bien hay que construir uno nuevo", concluyó Lafontaine en declaraciones a los periodistas que esperaban desde el pasado jueves alguna explicación a las puertas de su casa de Saarbrücken, localidad cercana a la frontera francesa.
El portavoz de la cancillería alemana, Uwe-Karsten Heye, manifestó, tras las palabras de Lafontaine, que el Gobierno "tomaba nota" de sus razones para dimitir. "Ahora, los motivos están explicados y más claros", dijo Heye a través de un comunicado. Hasta el momento, Lafontaine no había dado explicación alguna de las razones de su marcha y se había mantenido recluido en su casa del Estado de Sarre, negándose incluso a contestar a las llamadas telefónicas de Schröder.Una vez roto su silencio, el ex ministro de Finanzas instaba al Partido Socialdemócrata, en unas declaraciones a la cadena de televisión pública ARD, a que no olvide que "el corazón no está en el bolsillo, sino en la izquierda".
La dimisión de Lafontaine ha dado a Schröder una segunda oportunidad para rediseñar la gestión de su Gobierno y hacer borrón y cuenta nueva de los cinco meses pasados en la cancillería. Ahora que ya no hay excusas para justificar los reveses, Schröder podrá demostrar si tiene talla para pasar a la historia como un gran canciller o, como mínimo, de ganar un segundo mandato, o bien si se conforma con la fama de sibarita amante de la buena vida y poco inclinado a los sacrificios. Desde el jueves pasado, Schröder está solo ante sus responsabilidades y por ver está aún la sustancia que aportará al estilo político que le ha caracterizado hasta ahora. En la avalancha de comentarios que siguieron al portazo de Lafontaine se filtraban algunas críticas a las peregrinas ocupaciones de Schröder, cuando el canciller tiene ante sí un programa de trabajo tan complejo como la Agenda2000, en política europea, y reformas importantes de la legislación alemana.
Modelo en revistas
Recientemente, Schröder fue el protagonista de un reportaje fotográfico aparecido en la revista Life and Style, Gala. Para ese reportaje, el canciller supo encontrar dos horas largas para posar como modelo frente a las cámaras del fotógrafo Peter Lindbergh y comer después con los periodistas en un restaurante italiano.Con un aire que evocaba a Humphrey Bogart, Schröder se alzaba las solapas de un abrigo de cachemir como si tuviera frío, fumaba uno de sus puros Cohiba con el rostro perdido en la lejanía y mostraba sus relucientes zapatos. "El guardarropa es perfecto", escribía la revista, describiendo su vestuario, consistente en un traje, unos zapatos y un abrigo de marca. El canciller es un decidido partidario de los trajes italianos, "porque son los que sientan mejor". Pocos días más tarde, el diario conservador Die Welt informaba de que ese mismo traje, abrigo y zapatos valían más de 600.000 pesetas. "Schröder tiene un problema de identidad. ¿A quién pertenece? ¿Al partido de los que ganan más? (...) ¿Y quién servirá ahora a los militantes de a pie de la socialdemocracia, que todavía llevan chaquetas de punto?", preguntaba el periódico, que fue unos días más tarde uno de los que lanzaron la noticia sobre el enfrentamiento en el Gabinete gubernamental. "Para Schröder se ha acabado posar entre el cachemir y los Cohiba. Lo que necesita son ropas de trabajo", decía irónicamente el comentarista Gottlieb en un programa televisivo.
Por su parte, Wolfgang Schäuble, el jefe de la oposición cristianodemócrata, reprochaba a Schröder el posar durante horas como modelo, mientras carece de tiempo para gobernar.
En Bonn se habla poco hoy del grupo de Toscana, como se denominaba hace unos años a los políticos, entre ellos Schröder, que compartían el amor por Italia y la buena vida, con independencia de su ideología. Sin embargo, la reacción despertada por las fotos de Gala y las exigencias procedentes del mismo entorno de la cancillería para que trabaje más, y a ser posible comience a las siete de la mañana, como lo hacía Kohl, son una advertencia para Schröder.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.