_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Querer poder XAVIER BRU DE SALA

Si gobernar España consiste, más que en cumplir un programa, en tapar los puntos débiles por los que la oposición podría abrir brecha en la fortaleza, gobernar Cataluña es buscar el modo de descolocar a la oposición. Borrell y el PSOE se estrellan en las fortificaciones aznaristas, señal de que embisten. La oposición socialista en Cataluña se mueve huidiza en el terreno a fin de no ser cazada por las huestes de CiU, que campan a sus anchas. La lógica del juego político español consiste en alargar el ciclo ascendente desde el poder y en acortarlo desde la oposición. Mientras que en Cataluña la impresión de que Pujol está en las últimas etapas de su vida política no lleva aparejada necesariamente la idea de cambio, en Madrid está claro que habrá alternancia. Falta saber cuándo y cómo, pero la habrá como la ha habido. Aquí, chi lo sa. Antes, dicen unos, debe quedar claro el lugar de Cataluña ante sí misma y el mundo. "Cuán largo lo fiáis". El mensaje nacionalista es el siguiente: primero hay que resolver el encaje, romper el techo autonómico y cambiar la financiación. Para ello, hay que afianzar en el poder a los que defienden Cataluña, lo que equivale a defender los derechos e intereses de todos los catalanes. Luego ya vendrá lo de la alternancia. Según mi modesto parecer, y suponiendo que los objetivos de mejora del autogobierno y la disminución del déficit fiscal sean compartidos, la pregunta correcta sería: ¿de qué modo se conseguirán antes? ¿Quién tiene más posibilidades y herramientas para acelerar la superación de ambos techos? Veamos. En principio, se requieren dos condiciones básicas: consenso interior, expresado mediante el apoyo social y de los dos tercios del Parlament, y capacidad negociadora ante el resto de España. ¿De qué reservas dispone Pujol para conseguir el consenso necesario? Bastante escasas, por no decir nulas. ¿Qué capacidad de exigencia le queda ante Aznar? Ninguna hasta dentro de un año, y luego es probable que tampoco si el PP ya no necesita a CiU para formar mayoría absoluta en el Congreso. Las intenciones no corresponden a las posibilidades. De producirse la alternancia, en cambio, Maragall contaría para sus planteamientos en este sentido con el apoyo de CiU. ¿Cómo se lo iba a negar? Además, aun con mayoría absoluta del PP, una propuesta encabezada por Maragall y apoyada por los dos tercios del Parlament obtendría en España una acogida bastante mejor que cualquier otra con Pujol al frente. Antes de abrir la boca, Pujol ya tiene el no. Lo que no está claro por este lado es si a Maragall ya le van bien las competencias actuales y su financiación o si de veras se propone liderar una nueva etapa. En conclusión, Pujol quiere pero no puede y Maragall podría pero nadie sabe si quiere. Claro que el PSC y los aún desconocidos Ciutadans pel Canvi podrían muy bien centrar su oferta en la mejor gestión de las competencias actuales, cambiar las prioridades del reequilibrio territorial, proponer una ordenación administrativa del territorio que superara la partición provincial y comarcal, promover acuerdos para una ley electoral propia, diseñar nuevas infraestructuras, etcétera. Podrían y deberían, pues ésa es también labor de la oposición. Sucede que nuestros socialistas no están acostumbrados a tales menesteres. Sucede que cuando el consejero de Enseñanza se saca de la manga la oferta de 30.000 plazas de preescolar, se apaga el debate sobre el asunto. Sucede que cada semana hay noticias sobre alguna rebajilla en los peajes. Sucede que por fin se han puesto de acuerdo los titulares de Gobernación y Agricultura para salir juntos en la foto de las campañas antiincendios. Sucede que el único ridículo notorio del Gobierno catalán, el decreto del doblaje, no se puede explotar por carencia de propuestas alternativas. Aun así, se está formando una cierta ola, por ahora insuficiente, a favor de Maragall y el cambio, que el candidato y su partido alimentarán con alguna que otra propuesta capaz de levantar por lo menos el entusiasmo de los más entusiastas. Pero tal vez no demasiadas. La política tiene unas extrañas leyes por las que, a veces, da buenos resultados ningunear al adversario, otras los da acosarlo o bien situarse muy cerca y no decir gran cosa. Otras, basta con ir un poco por detrás en los sondeos para que se generen adhesiones. Otras, en fin, justo lo contrario. Pero sería una lástima que en el primer duelo electoral de envergadura que vive Cataluña desde los años treinta no se enfrentasen dos modelos de país, con su marco y su paisaje interior bien delimitados. ¿Cuál es la agenda política de Maragall? ¿Cuáles son sus contenidos? ¿Quiere más poder y mejor financiación para Cataluña? ¿Algún sistema propio para obtenerlo?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_