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La policía cree que el detenido por el crimen de Coslada quería el coche para comprar droga

Jan Martínez Ahrens

La noche de su perdición, a Julio Díaz Delgado le ardían las venas. Por una micra de gloria, por un coche que le llevase desde Coslada hasta el poblado de La Rosilla, este toxicómano, de 32 años y con 23 antecedentes por robo, hizo lo que nunca antes. En 15 explosivos minutos, y armado con un cuchillo de 30 centímetros de filo, asaltó, siempre según la policía, tres coches ocupados, mató a un conductor, acuchilló a otro y levantó a sus espaldas la polvareda de una de las mayores persecuciones de los últimos años. Ayer, a las 11.45, fue capturado en la carretera de Vicálvaro. No ofreció resistencia. Los agentes le recuerdan bajando del vehículo derrotado, manso en comparación con la rabia que mostraba 12 horas antes, cuando, hierro en mano y con mucha negrura en sus ojos, musitó al oído de su primera víctima: "¡Arranca, que te mato, cabrón!".

"Me mareo, que me mareo". Las últimas palabras de Óscar Luis Fernández Álvarez sorprendieron al taxista Antonio G.G. tomando una curva. Seiscientos metros antes, cuando ya daba su jornada por terminada, Óscar y su novia le habían abordado sin previo aviso ante un semáforo en rojo de la calle de Begoña (Coslada). "¡Date prisa, llévame al ambulatorio que me muero!", espetó el joven al taxista nada más entrar. Y el conductor le comprendió al instante: Óscar tapaba con su mano el pecho sangrante. "¡Venga, corre, date prisa!", le repitió. El taxista, como recordaba ayer, apretó el acelerador, avisó a la central de Teletaxi, pidió socorro, miró con pena al muchacho. Hasta que a mitad de camino el inesperado pasajero murmuró que se mareaba y el taxista le vio perder el aliento, tomar el color de la luna. Óscar Luis Fernández Álvarez, empleado de Airtel, de 26 años, murió poco después. Eran las 22.30 del martes. A la mañana siguiente, el supuesto autor del homicidio fue detenido. Ésta es una reconstrucción de los hechos que separan el crimen de la captura."El terror me paralizó".

En la recóndita calle de Hernán Cortes de Coslada (85.000 habitantes), Alfonso F. A., de 28 años, acaba de aparcar su Fiat 1. Finalizada su jornada como empleado de supermercado, y tras haber dejado a su novia, el joven se dispone a pasar la noche en casa. Tranquilamente. Pero nada más salir del coche siente un empujón, una puntillada en el pecho y la obligación, razonada con un argumento muy agudo, de volver al vehículo. El asaltante -"bajito y chupado", en palabras de la víctima- se sienta detrás, al tiempo que le amenaza con un cuchillo cebollero: "¡Arranca, que te mato! Acabo de salir de la cárcel y estoy muy nervioso".

Pero, más que el puñal, es el miedo el que hace mella en Alfonso. "De los nervios, no podía moverme, no podía arrancar el coche, y, claro, él se ponía más nervioso aún y me apretaba más y más el puñal. Creí que me mataba". Es en ese momento, siempre según su relato, cuando justo enfrente aparece un coche que, al aparcar, les ilumina. El agresor, asustado por la luz, se esconde y le dice a Alfonso que no ponga el coche en marcha. Luego, al advertir que el vehículo de los faros no se retira, huye, no sin antes lanzar una cuchillada a Alfonso en la cara. "Era un tajo para matarme".

Alfonso, herido en el pómulo izquierdo, corre hacia la sede de la Policía Local, situada a 200 metros. Allí dentro facilita la primera descripción del agresor. Un hombre de 1,70 de altura, cazadora oscura, pelo negro liso y tez morena. Aún no ha matado, pero ya le buscan.

Muerte a las diez. Óscar Luis Fernández Álvarez ha parado su Renault Megane en la calle de Begoña, muy cerca del cruce con la avenida de la Virgen de la Cabeza. Le acompaña su novia. En ese momento, siempre según fuentes policiales, llega al lugar Díaz Delgado. Su objetivo es supuestamente robar un coche para irse a La Rosilla a comprar heroína. Para ello, el toxicómano se lanza a la puerta del copiloto y, aprovechando que el pestillo está levantado, la abre. Óscar reacciona y se tira hacia el lado de su novia para cerrarla. Su compañera le ayuda. Pero el agresor, sin gritar, guardando un silencio de ruina, asesta tres puñaladas (dos en el pecho y una en el costado izquierdo) a Óscar. Luego se apodera del coche y avanza unos metros. Pero, por motivos que los investigadores desconocen, lo abandona y se dirige de nuevo a la calle de Hernán Cortés, a unos 50 metros.

La pareja, entretanto, sube a un taxi que acaba de pararse ante el semáforo en rojo de la calle de Begoña. Piden al conductor que les lleve hasta un ambulatorio. "Óscar entró el primero; le vi muy tranquilo. Aunque estaba herido, no parecía que fuese a morirse", dice el taxista. En el recorrido, ante la desesperación de su novia, el estado del joven empeora a medida que se desangra. Primero pierde el sentido; luego, el color. Hasta tocar fondo. "Llegó muerto al ambulatorio", recuerda el taxista. El tercer ataque.

De vuelta a la calle de Hernán Cortés, el homicida busca una nueva víctima. La encuentra en Cesáreo S.M., un vecino de la zona que, según la policía, pretendía marcharse con su R-11 plateado a la estación de tren a recoger a su mujer. Un cuchillo harto de sangre le hará cambiar de opinión. El hombre no ofrece resistencia y Díaz Delgado se queda con su R-11. La tercera denuncia llega a la policía.

La fotografía que habla.

A las 22.30, la rápida alerta dada por la Policía Local tras la primera denuncia ya se ha extendido a otros cuerpos. La Guardia Civil custodia las carreteras de su demarcación y el Cuerpo Nacional de Policía toma declaración a los tres testigos -víctimas de la agresión-. La descripción que facilitan lleva a la comisaría de Coslada a relacionarlo con un delincuente nacido en la ciudad y detenido por última vez el pasado 19 de febrero por un robo en una empresa. La única duda radica en que se trata de un delincuente con 23 antecedentes por sustracciones, pero ninguno por violencia contra las personas. Las brumas se disipan cuando, al enseñarles la fotografía de Díaz Delgado, los testigos reconocen al autor de los ataques. Sin perder tiempo, los agentes se despliegan en torno a la vivienda del sospechoso, vecino de Mejorada del Campo, y en los núcleos chabolistas donde suele comprar droga, sobre todo el poblado marginal de La Rosilla (Vallecas Villa). Más de 200 policías (entre municipales, nacionales y guardias civiles) participan en la operación. El primer fruto llega a las 0.50. En el arcén del kilómetro 7 de la carretera de Valencia, en sentido de Madrid, un reflejo plateado llama la atención de la Guardia Civil: es el R-11. El supuesto criminal lo acaba de abandonar tras quedarse sin gasolina. La policía, sin rastro del perseguido, se lanza a analizar las huellas dejadas en el coche. La noche transcurrirá sin más novedades.

Detención.

A las 11.45, un control de la Guardia Civil avista un vehículo sospechoso en la carretera de San Fernando de Henares a Vicálvaro. El coche se dirige hacia Mejorada del Campo, el pueblo donde vive con sus padres Díaz Delgado. Los agentes deciden pararlo. Y dan en el blanco: en el interior viajan el sospechoso y dos amigos suyos -Antonio H.C. y Miguel Ángel J. R.-. La Guardia Civil descubre asimismo un cuchillo en el vehículo. Los detenidos son trasladados a la comisaría de Coslada y casi inmediatamente al Juzgado de Instrucción número 1 del municipio, donde los testigos reconocen al supuesto autor del crimen. A las siete de la tarde, la juez decide su ingreso en prisión. La policía da el caso por cerrado. En la calle de Begoña, los empleados municipales ya han limpiado los restos de sangre.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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