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Los antiguos guerreros

"Se asombran de las figuras de animales, los guerreros les recuerdan a sus héroes y a muchos les causa risa ver cómo iban desnudos, pero la tumba es lo que más les impresiona", explica Belén Ruiz, una de las historiadoras del Arte que la Junta ha contratado para contar a los grupos de escolares los secretos del arte precolombino mexicano a través de excelente la muestra que ayer se clausuró en el Palacio Episcopal de Málaga. Vida y muerte. Arte funerario del occidente de México, una exposición de 187 piezas procedentes del Museo Nacional de Antropología de México montada por la Fundación La Caixa, abandona Málaga con la sensación de haber estado menos tiempo del que merecía (25 días) pero con buenas cifras de asistencia: casi 10.000 personas, de las que muchas jamás habían visitado la sala y casi 1.000 han correspondido a los 27 grupos de estudiantes de bachillerato, ESO y primarias coordinados por el Gabinete de Bellas Artes de Málaga. A la expresividad de las figuras, recipientes y adornos que pueblan las vitrinas de la muestra había que añadir la fascinante réplica exacta de la tumba de tiro de Huitzilapa (año 75 d.c.) encontrada intacta hace seis años durante las obras de una carretera en Jalisco. La tumba guardaba en dos cámaras funerarias a las que se accedía por el tiro de una especie de chimenea, los cadáveres de un jefe y su séquito femenino. Los hombres poderosos arrastraban con su muerte a sus mujeres que habían de acompañarle al viaje al más allá. Algunas vasijas tenían forma de perros pelados, animales que guiaban las almas por el mundo de los muertos. Las cerámicas con forma de perros, tortugas o armadillos han sido las más celebradas de la muestra. "Mucha gente ha venido preguntando por la exposición de la tumba", asegura la responsable de sala mientras el público colma las habitaciones. Si a los chavales esa tumba misteriosa les recordaba las películas de Goonies o Indiana Jones, a algunos adultos les producía más que respeto. Una familia gitana que vino de lejos para verla declinó entrar a pesar de que se les explicó que los huesos de los cadáveres eran de plástico. Entre los estudiantes se ha producido una doble reacción. Los mayores tomaban apuntes de las explicaciones de las monitoras asumiéndolo como un trabajo más de clase. Algunos hacían corro entre ellos para reírse de la desnudez obvia de las figuras, sobre todo de la que el director de Museo de México y comisario de la muestra, Felipe Solís, llama "la Dama de Elche" del arte funerario mexicano occidental. Pero los críos son más explícitos. "¡Se le ve el toto!", grita un chavalín de ocho años que luego se entusiasma con los animales y con los guerreros de terracota. El crío ve en el yelmo de uno a un enemigo mortal de Spiderman, el Rhino. Señala las maquetas de casas de arcilla -"¡qué chulo para jugar con los muñecos"-, se interesa por ese juego de pelota que simbolizaba los ritos del cosmos, para el que había que ir vestido como sus superhéroes y cuyo fallo implicaba la muerte, y pregunta por qué tenían que matar también a las mujeres cuando el hombre fallecía. El atractivo de este arte cotidiano y funerario se ha notado en la gran demanda de catálogos y carteles, que se agotaron a los pocos días. Aquellas eran culturas pacíficas, de conexión con la tierra y la fecundidad. Culturas que un buen día, con la llegada española, acabaron arrasadas. Culturas cuya expresiva artesanía sirvió para que los artistas occidentales de este siglo ganaran originalidad, imitando la hermosa ingenuidad de los antiguos guerreros. Culturas que emocionan a un niño.

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