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El Grupo de Sabios investiga con unas reglas de juego secretas

Xavier Vidal-Folch

El Grupo de Sabios trabaja en su informe e interroga a comisarios -hoy le toca a Jacques Santer y a Hans Van den Broek-, no sólo con discreción, sino en el más absoluto secretismo, como denunciará también hoy la Asociación de la Prensa Internacional en Bruselas. La base legal con que actúa es considerada "nula de pleno derecho" por expertos como el catedrático de Lovaina, Joe Verhoeven, quien ha emitido un demoledor dictamen jurídico al respecto. Se desconocen los procedimientos del Comité, cómo aplica el principio de contradicción, cómo garantizan los derechos de acusadores y acusados frente a delaciones de inferiores o venganzas de superiores.Aunque "la base de la democracia son las reglas de juego", como clamó en el desierto la comisaria Emma Bonino, a casi nadie parece importarle esta ausencia de normas que configura al grupo como un tribunal de honor, porque todos, perseguidores y perseguidos, caen en la trampa de confiar en la rectitud personal -parece que acreditada- de sus miembros, antes que en la transparencia y garantías jurídicas de los mecanismos con los que investigan el fraude. Unos creen que condenarán, otros que absolverán. Todos contentos.

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Pero no basta la presunción de sabiduría. Hace una semana, France Presse informó que el Grupo había citado a declarar a Santer, Cresson, Manuel Marín, Emma Bonino, Erkki Liikanen, Monika Wulf-Mathies y Christos Papoutsis, todos socialistas, salvo el presidente. La agencia de información se interrogaba por la ausencia en la lista del holandés Van den Broek, democristiano responsable de las relaciones con el Este -función en la que sucedió al conservador Leon Brittan-, ámbito donde se ha detectado el volumen más cuantioso de gestión irregular, aunque sin morbos individualizados. Al instante, el Grupo desmintió la lista de convocados, sin aportar un solo dato adicional. Pero la lista era cierta, según ha comprobado este periódico. Para aguantar su mentís, los sabios se vieron obligados a convocar también, poco después, al holandés Van den Broek.Ese episodio evidencia que está en juego si se utiliza o no un doble rasero según se trate de comisarios del Norte o del Sur, socialistas o democristianos. De hecho, a Van den Broek, la Comisión no le ha enviado una inspección de la Unidad de Lucha de Coordinación contra el Fraude, cuyos informes son materia prima básica para los sabios. Es decir, además de una tensión entre el Parlamento y la Comisión -con Santer rendido incondicionalmente a la Cámara-, se registra una guerra interna dentro del propio ejecutivo. En la que los mediterráneos llevan las de perder.

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