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Savater vuelve a la filosofía con un libro que invita a cultivar las dudas

"Las preguntas de la vida" hace un recorrido por los grandes temas

José Andrés Rojo

Ha dejado arrinconada por un tiempo la artillería pesada con la que invade la más inmediata actualidad, y ha vuelto a su vieja pasión de arañar los interrogantes genéricos que machacan al ser humano. Y lo ha hecho a su manera, escribiendo una originalísima introducción a la filosofía que deja un tanto de lado los grandes nombres y la abrupta jerga de los especialistas y que propone: "Filosofar no debería ser salir de dudas, sino entrar en ellas".

"La filosofía no puede ser un catálogo de actitudes pedantes o de nombres insignes", cuenta Fernando Savater, que presentó ayer en Barcelona y que presentará hoy en Madrid Las preguntas de la vida (Ariel), su nuevo libro. Un texto concebido para uso escolar, para agitar a los más jóvenes con el reto de pensar, pero también "para todos aquellos que me han preguntado tantas veces "¿por dónde empiezo?" cuando han querido asomarse a esa disciplina que frecuenta los grandes problemas", afirma.Savater, por su parte, ha empezado por aquella cuestión que fue la que lo empujó, tendría entonces unos 14 años, a practicar esa gimnasia de los conceptos, ese afán por indagar en aquello que desde siempre preocupa a los mortales. Y lo que, sobre todo, les preocupa es precisamente la muerte. "Uno empieza a pensar la vida cuando se da por muerto", escribe en el libro. Y en la conversación apunta: "Una introducción a la filosofía, por elemental que sea, que no hable de la muerte ni del tiempo es como una biografía de Induráin que no contará de su afición a montar en bicicleta".

"He querido partir de ese descubrimiento esencial, el de la muerte, no sólo para contar de dónde parten mis reflexiones, sino también por enlazar con algo que cualquiera puede haberse planteado en su aquí y su ahora", explica. La muerte, pues, como primera estación del recorrido de Las preguntas de la vida. El libro está estructurado, por lo demás, en diez capítulos, a los que hay que añadir una introducción, un epílogo, una despedida y una relación de estrellas invitadas, todo el cúmulo de filósofos, poetas o novelistas que van acudiendo para ayudar a Savater para pergeñar con propiedad esos múltiples territorios que va conquistando para arrancarles sus interrogantes fundamentales. De la muerte salta a las estrategias de la razón, a sus verdades, y de ahí a las borrosas fronteras del yo que piensa. El lenguaje, la frágil consistencia con que concebimos el universo que habitamos, los desafíos de la libertad, el conflicto entre artificio y naturaleza, la aventura de vivir juntos, el escalofrío de la belleza y La vida sin por qué son los otros ámbitos que Savater visita en su originalísimo peregrinaje.

"La gente en este país está muy orgullosa de pensar lo mismo a los quince que a los sesenta años", explica Savater. "Pero las ideas no son algo que se adopta de una vez por todas, como quien entra en una orden religiosa o como quien se apunta a un equipo de fútbol. Las ideas son un proceso, y su gracia mayor consiste precisamente en eso: en no poder estar nunca encerradas. Yo ando persiguiendo un pensamiento que busque lo esencial, pero que sepa permanecer abierto. Para eso hace falta no tener prisa, evitar esa urgencia tan común de saber cuanto antes a qué carta quedarse. Pero antes de saber a qué carta quedarse, lo interesante es empezar por ver con calma toda la baraja y examinar todos sus porqués. Y eso es lo que yo creo que la filosofía puede ofrecer".

No es tarea fácil, pero es apasionante. Lo es, sobre todo, cuando de la mano de Savater se van recorriendo en este libro los paisajes que los hombres han construido cuando se han puesto a pensar. "Creo que los seres humanos estamos hechos para nuestros semejantes", dice Savater. "Nuestros semejantes son los que de verdad nos convienen". Lo dice, como suele decir las cosas Savater, con ese entusiasmo contagioso, como si se jugara de nuevo la vida por rescatar siempre la alegría de vivirla, y de vivirla con los demás.

"Todo lo que nos acoraza frente a nuestros iguales, todo lo que nos distancia, lo que nos hace invulnerables a las razones de los otros, a su capacidad persuasiva, al intercambio de pareceres, todo eso nos está mutilando. La filosofía nace como un diálogo en las calles. No es la revelación de un profeta, de un sacerdote, de un sabio encerrado en una torre. La filosofía nace del trato entre los hombres, cuando alguien interpela a otro con una pregunta. Y es eso lo que hay que recuperar. No esperemos las soluciones de lo inanimado, ni de lo inorgánico, ni de la naturaleza. Lo que nos conviene y nos puede ayudar sólo va a venir de los otros, nuestros semejantes".

La gracia

En uno de los capítulos, Savater se pregunta "¿por qué resultan tan frecuentemente risibles los filósofos?". Y podría ser que sean risibles por su aparente inutilidad. ¿Para qué sirve, pues, la filosofía? Y contesta:"Una cosa es lo que nos ayuda como instrumento y otra cosa es lo que nos es propio. Hay cosas que nos son propias y que no son instrumentos. Simplemente son un punto de llegada: lo que da sentido, lo que da plenitud a lo que queremos vivir. Hay cosas que nos ayudan a vivir y cosas que dan sentido a que queramos vivir.

La utilidad de la filosofía no es instrumental; nos sirve para revelarnos lo que nos corresponde. Y ese saber lo que nos corresponde en la vida, aunque sea la duda, aunque sea la mirada ante lo oscuro, es lo que hace que la vida tenga gracia.

Lo que la filosofía intenta contestar es precisamente eso: y todo en lo que andamos liados, ¿para qué?".

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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