Pistola seductora

Chazz Palmintieri es actor de pistola en mano, gesto duro, violento, brutal; y con un cierto sentido intelectual, un humor que le sacó adelante sobre todo uno de sus directores, Woody Allen (Balas sobre Broadway). Sin duda lo llevaba él dentro y cuando escribió una comedia, Faithful, la había hecho así.Todo actor que escribe una obra de teatro, desde Lope de Rueda a Marsillach, piensa en el papel suyo; en ésta, Chazz creó el tipo del asesino a sueldo que no va a perder, que va a tener su toque de seducido y de seductor, que se va a llevar el dinero después de todo, es para pagar a otros matones que le buscan; después de todo, es el dinero de un canalla -y quién sabe si también la dama, con la que ya tiene sus lewinskis (fuera de escena) y algo más-. Aquí hace ese papel Andoni García; pero... Pero siendo la adaptación, y creo que la empresa, de la actriz, Laura Cepeda, la adaptación se inclina más hacia la dama. Ya dice ella misma en el programa que lo masculino es el dinero, el éxito, el poder, la justificación de su vida, y lo femenino es basarlo todo en el amor.

Es, sin duda, un punto de vista valioso que no hay necesidad de compartir, pero que puede influir en la manera de hacer aquí y ahora la comedia. En la película que se hizo con el guión y la interpretación del propio Chazz (director, Paul Mazursky, 1996; ella es Cher) conserva un poco más de su origen. Y de su intención.

Un destino trazado

Es una obra de trío de dos hombres y una mujer (Chazz fue actor en Diabólicas, de dos mujeres y un hombre: el juego es inagotable) y el destino está trazado: ella, después de veinte años de matrimonio (dice el original) detesta al marido infiel, que a su vez quiere deshacerse de ella mediante el pistolero que... Bueno, como la obra está dentro del género de lo que sorprende, de qué pasa con los disparos, de quiénes vuelven de la supuesta muerte, me está vedado por la costumbre contar más; pero sí que el juego va más allá de trampas y sorpresas, que la condición humana de los personajes se enfrente con el destino trazado y quizá le gane, que todos son seductores y todos son seducidos y, en fin, que gana quien tiene que ganar, o sea, los que resultan buenos a pesar de las apariencias, aunque se meta dentro un humor o una burla que ya empieza con el título y que, claro, el actor Jesús Ruyman, que no tiene parte en la producción, en la dirección o en la autoría, carga con el papel más falso, aunque lo defiende con la misma dignidad y el mismo respeto por su oficio que tienen los otros dos, dirigidos todos por un hombre de cine, Rafael Monleón, que coloca muy bien las luces y las sombras y que saca partido de un decorado escueto y limpio.