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Centinelas de la memoria

"Voy a cumplir 80 años. Podría dedicarme sólo a vivir. Pero si me callara y no hiciera nada cometería un gran error. Los que fuimos liberados de Mauthausen juramos que jamás olvidaríamos a todos nuestros compañeros, y seguiremos luchando mientras tengamos un minuto de vida". Antonio Muñoz Zamora cumplió los 17 años en el frente de Madrid. La guerra civil le pilló cuando aún era un chaval, pero tan temprana edad no le impidió defender las ideas de libertad y tolerancia que mamó de sus padres. Su particular pesadilla, el espinoso camino que recorrieron miles de antifascistas, arranca desde el momento en el que partió de Almería como voluntario para defender la República. Partaloa es un pequeño municipio almeriense donde apenas habitan 400 vecinos. De allí salió Joaquín Masegosa Rodríguez con la ilusión de colaborar en la defensa de las libertades, y allí volvió años después. Con el alma encallecida por el dolor pero la memoria libre de telarañas. Para Antonio Muñoz y Joaquín Masegosa -dos almerienses octogenarios cuyo vocabulario no registra la palabra olvido-, Mauthausen es mucho más que un campo de exterminio nazi. Es el nombre ominoso del lugar en el que conocieron el sentido más profundo del sufrimiento y la humillación. Los dos únicos supervivientes almerienses del campo de exterminio que los nazis ubicaron en Austria recibirán el domingo la Medalla de Andalucía, con la que la Junta reconoce su coraje y vivencias. Esta distinción agrada especialmente a ambos por lo que de refuerzo supone para su lucha personal. Una lucha que resume Muñoz Zamora al pedir, en nombre de las vidas que se perdieron, "la solidaridad contra el silencio del horror y el horror del silencio". Había 186 escalones. Difícil sería encontrar, entre los 200.000 deportados que ingresaron en Mauthausen -un campo concebido para que nadie saliera con vida-, a alguno que no supiera cuántos escalones había. Eran los escalones que llevaban hasta la cantera de Mauthausen. Los 186 escalones por los que los prisioneros tenían que subir cargados con piedras que servían para ampliar las instalaciones del campo o construir casas de los altos mandos del régimen de Hitler. "Todas aquéllas eran piedras manchadas de sangre", recuerda Antonio Muñoz. Los datos respaldan el recuerdo: 122.767 personas fueron exterminadas. 6.502 eran españoles y de éstos, 142 almerienses. Los escalones de la vergüenza se convertirán, paradojas de la vida, en símbolo de la memoria y la solidaridad gracias al monumento a la tolerancia que se instalará en Almería el próximo mes de mayo, idea promovida por la Amical de Mauthausen, cuyo delegado en Andalucía es Antonio Muñoz Zamora. En agosto de 1944, los nazis apresaron a Antonio Muñoz que, por aquellos años, tras haberse evadido de un campo de concentración de Brest (Francia), colaboraba con la resistencia francesa. Entre su paso por varias cárceles y la estancia en Mauthausen, Muñoz Zamora consumió los dos años más largos de su vida. La agonía de Masegosa fue aún más larga. Pasó tres años y medio en Mauthausen, un infierno al que descendió con 22 años. En 1945 los prisioneros de Mauthausen fueron liberados. "La respuesta es la memoria, la única respuesta. Di a los que quieran saberlo que nuestro dolor es auténtico, nuestra perplejidad infinita y el agravio profundo". Lo dijo el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, internado durante años en el campo de Buchenwald.

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