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49º FESTIVAL DE BERLÍN

Steven Spielberg se convierte en la estrella del día inaugural de la Berlinale

El certamen arranca con dos filmes dispares sobre el holocausto

ENVIADO ESPECIALLas dos primeras películas de la 49ª Berlinale han llenado el capítulo que siempre dedica este festival al exterminio nazi de los judíos. Una es el melodrama alemán Aimée y Jaguar, de Max Fäberböck, que inauguró la competición. La otra es Los últimos días, documento fuera de concurso hecho en Hungría por James Moll y producido por Spielberg, que se ha convertido en la estrella del festival.

Los últimos días es un denso documental extraído del largo recorrido de las cámaras de Steven Spielberg dentro de Hungría en busca de huellas del holocausto judío. Sobre estas huellas, el cine estadounidense hizo hace años la notable ficción La caja de música, dirigida por Costa-Gavras e interpretada por Jessica Lange. El documento dirigido por James Moll apenas tiene que ver con esa ficción, pero coincide con ella en indagar el enorme crimen en uno de los países más castigados por el vendaval genocida de los nazis.Spielberg ha producido la película a través de la Fundación Soah, que él creó y ha venido impulsando los últimos años; en concreto, desde que, como consecuencia de la realización de La lista Schindler, despertó en él la conciencia de sus raíces judías, que parecían adormecidas, y adoptó un empeño personal persistente para vivificar la memoria del holocausto. Que llame Fundación Soah (nombre hebreo del holocausto) a su esfuerzo de lucha contra el olvido de esta catástrofe de proporciones incalculables encuentra otro eco cinematográfico en el célebre documento Soah, de 16 horas de metraje, realizado hace cosa de una década por el francés Claude Lanzmann, y que fue desde aquí, desde la Berlinale, donde se lanzó al mundo y, sin duda, a la historia del cine.

El empeño de la Berlinale por mantener viva la memoria del holocausto persiste año tras año de forma admirable, desde su fundación, hace casi medio siglo, por Alfred Bauer, que lo encaró, apoyado incondicionalmente por Willy Brandt, no como una actitud expiatoria, sino como un deber colectivo del espíritu libre berlinés, como un gesto moral indeclinable de asunción por este Berlín de algo que gestó y desencadenó otro Berlín.

Este otro Berlín es el marco donde tiene lugar el encuentro y el enamoramiento de Aimée y Jaguar, la película alemana inaugural. Aimée y Jaguar son los nombres con que, en su intimidad, se llaman la una a la otra dos mujeres que se conocen y aman aquí en el año 1943, cuando esta hermosa ciudad comenzó a caer derruida, edificio tras edificio, bajo las avalanchas de los bombardeos aliados, en el comienzo de la fase final de la II Guerra Mundial.

La película discurre sobre dos itinerarios entrelazados: el paulatino derrumbe de la ciudad y la construcción gradual del amor entre ambas mujeres. Este último tiene buena graduación y sigue un crecimiento lírico y dramático convincente, incluidas dos escenas de sexo bien resueltas. Es el otro polo, el desmoronamiento de Berlín, lo que flaquea e impide entrelazar bien los dos elementos del relato. De ahí que éste se desequilibre poco a poco y finalmente se desplome a causa de una muy deficiente construcción del filme.

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