Rusia, en bancarrota
(...) Con Borís Yeltsin nuevamente apartado por la enfermedad, Rusia se ve sin presidente y sin rumbo. La federación amenaza con romperse, no hay un verdadero líder no hay guía moral alguna ni esperanza tangible de que las cosas vayan a mejorar a corto plazo. (...) Quienes siguen creyendo que hay que dar más dinero a Rusia apuntan que una Rusia en bancarrota se convertiría en un proscrito de la economía, carente de todo estímulo para cooperar en diversos asuntos políticos y económicos. Volvería la espalda a la democracia, amedrentaría impunemente a sus vecinos y se precipitaría en la nostalgia del comunismo o en el fascismo eslavófilo. ¿Son las cosas realmente así? El beneficio de la duda que una y otra vez ha aplicado Occidente a Rusia en diversos asuntos, como el cumplimiento de las condiciones del FMI, la lucha contra la corrupción, la venta de tecnología nuclear y los conflictos de Kosovo o Irak, ha dado muy pocos frutos. ¿Por qué habrían de cambiar las cosas ahora? Después de todo, el primer ministro, Yevgueni Primakov, es un maestro en el arte de tranquilizar a Occidente con las buenas intenciones de Rusia, y a continuación instigar a sus enemigos.
Y no es que Occidente deba abandonar a Rusia para siempre. Rusia sigue siendo el escenario de magníficas oportunidades. Una vez que haya empezado a crear un marco financiero operativo, a tener un sistema fiscal, unas leyes que sean respetadas y cumplidas y, sobre todo, un mínimo de honradez en la negociación pública y privada, el interés occidental resurgirá. (...)
5 de febrero
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