Sonidos y colores
El último programa de la Orquesta y Coro Nacionales, dirigido por el parisiense Fréderic Chasslin, rompía con la rutina germanista y grandilocuente que nos invade. Así, nos recordaba una preciosa, excelente y, por lo tanto, viva partitura de Jesús Guridi, las Diez melodías vascas; exponía Flos campi, del británico Vaughan Williams, y terminaba con las dos suites de Dafnis y Cloe, de Ravel. Las Diez melodías (en las que Guridi utiliza 12 temas procedentes del Alta Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Laburdi) quizá sean, todavía, la aportación más alta al nacionalismo musical vasco en el género sinfónico. A partir de los textos tradicionales, en su mayoría tomados de Resurrección María de Azkue, Guridi hizo su versión, no tan literal como se dice pues en la número 8, Danza, a la base del Zortziko de Lekeitio añade dos espatadanzas, y en cualquier caso, la intención, realizada con gran belleza y brillantez, del compositor quizá fue la de inventar una serie de imágenes histórico-estilísticas según las sugerencias de los motivos.Unas acusan su antigüedad, tal la número 4, Jentileri Un, (Gentil cortejo), un tema insistente repetido sobre una pedal con leves coloraciones armónico-instrumentales, mientras otros siguen la tipología difundida y renovada del zortziko. Guridi fue un profundo conocedor y estudioso del folclore en su país, y de hecho las Diez melodías habían sido trabajadas en versión de voz y piano 20 años antes en una colección de 22 aires.
Orquesta y Coros Nacionales
Director de la orquesta: Fréderic Chasslin. Solista: E. Navidad (viola). Director del Coro: Steubing-Negenborg. Obras de Jesús Guridi, V. Williams y Ravel. Auditorio Nacional. Madrid, 5, 6 y 7 de febrero.
La obra fue dada por vez primera en el Monumental Cinema por la Sinfónica de Madrid dirigida por Enrique Jordá el 12 de diciembre de 1941. En 1966, Mariemma coreografió un Ballet vasco que bien merecía la pena cultivar con asiduidad. Fredéric Chasslin logró una interpretación sensible, minuciosa, transparente y fiel.
La partitura de Vaugham William (1872-1958), que estudió en París con Ravel, resultaba atrayente. Canta el Coro textos del Cantar de los cantares en estrecha fusión con la orquesta, y actúa un solista de viola que añade nueva dimensión a la cantata.
Emilio Navidad asumió esta parte con sonido poético, elevado estilo y técnica depurada. Como aportación, la música de Williams es más bien conformista y basta pensar que Dafnis y Cloe data de 13 años antes, o sea, de 1912. La obra de Ravel, el segundo vasco del programa, siempre mágica y prodigiosa, como la calificara Manuel de Falla, encontró en nuestras formaciones y el director invitado intérpretes ideales en los que la sutileza se nos daba como un hecho natural. El público reaccionó, en todos los casos, con entusiasta muestras de aprobación.
Párrafo aparte merece el Coro que dirige con alta competencia el alemán Steubing-Negenborn, un verdadero maestro todo terreno cuya penetración circula por el operismo de Wagner, la polifonía de nuestra edad de oro, el impresionismo francés y su secuela o el oratorio barroco y romántico.
El conjunto vocal cantó con afinación y riqueza de matices y supuso una contribución de primer orden a los resultados de una tarde musical distinta. Steubing-Negenborg saludó en unión del maestro Chasslin, el total de los cantores y los instrumentistas de la Nacional.
Babelia
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