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El Papa achaca a la corrupción la deuda externa de los países del Tercer Mundo

Centenares de miles de personas dan la bienvenida en México a Juan Pablo II

La corrupción, responsable en buena medida de la exorbitante deuda externa que aplasta a los países del Tercer Mundo, es atacada duramente en el documento final del Sínodo de los Obispos de las Américas, hecho público ayer por Juan Pablo II. Decenas de miles de personas y un elenco impresionante de cardenales y altas jerarquías católicas acompañaron al Pontífice en la celebración de una misa solemne en la basílica de Guadalupe, en México, a donde llegó el viernes. El martes se trasladará a Saint Louis, en Estados Unidos, donde se entrevistará con Bill Clinton.

Juan Pablo II llegó a la basílica de Guadalupe tras pasearse sonriente en el papamóvil por la avenida de los Insurgentes, de la capital mexicana, entre vítores, aplausos y lágrimas de muchos de los presentes, que, para expresarle su adhesión, se vistieron de blanco y amarillo, los colores vaticanos.Poco antes de llegar ante la Virgen Morena, el Papa se detuvo, en la explanada de acceso a la basílica, ante la estatua del indio Juan Diego, que recuerda la aparición de la Virgen en 1531. Luego celebró la misa, ante 500 o 600 obispos de toda América. Aunque no pudo identificarse a Manuel Ruiz, titular de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, sí estaba el número dos de la vicaría, Gonzalo Ituarte.

El texto postsinodal, dado a conocer ayer por el Papa, denuncia la alarmante situación creada por una deuda externa que afecta a muchas naciones americanas, con elevados intereses, fruto de las políticas financieras especulativas, pero también de la corrupción que "afecta a las personas, a las estructuras públicas y privadas de poder y a las clases dirigentes". El documento cita la responsabilidad de "algunos gobernantes, que, al contraer la deuda, no reflexionaron suficientemente sobre las posibilidades reales del pago". Wojtyla ha expresado en diversas ocasiones que considera que el Jubileo del año 2.000 puede ser el momento adecuado para que las naciones poderosas condonen la totalidad o, al menos, una parte sustancial de la deuda.

Otro de los capítulos tratados por Juan Pablo II, sobre la base de los datos aportados por los obispos americanos, es el del efecto negativo de la globalización económica "cuando se rige por las meras leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos". Entre estos efectos negativos señala "el desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuada".

Aunque el Papa reconoce que el fenómeno de la globalización afecta al mundo entero, no deja de señalar que en América es más perceptible y tiene mayores repercusiones. Sobre todo, porque a este continente pertenecen los países más ricos y algunos de los más pobres del mundo. A este respecto, Wojtyla había insinuado los peligros del nuevo orden mundial, un orden en el que Estados Unidos se ha quedado solo dominando la situación. "No sé si esto es bueno o no", dijo el Papa en el vuelo hacia México, "pero es así".

También ayer, el entusiasmo ya demostrado por el pueblo mexicano, que se echó a la calle el viernes por la tarde para recibir a Juan Pablo II, fue la tónica. Y los mexicanos son correspondidos por un Pontífice que ha visto en México en particular y en este continente en general, donde residen casi quinientos millones de católicos, el futuro de esta fe y de la Iglesia que la administra.

La decisión de entregar en esta macrociudad -Ciudad de México tiene casi veinte millones de habitantes- el documento final del sínodo que se desarrolló en Roma a finales de 1997 es buena muestra de lo que significa este país para Karol Wojtyla y para la jerarquía eclesiástica católica, que lo convierte así en centro del continente americano, dividido entre un Norte "demasiado rico", dijo el viernes el Pontífice, y un Sur demasiado pobre.

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