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Alemania quiere un control financiero más estricto de Europa

Pilar Bonet

Para la mayoría de los políticos alemanes, el identificarse como pro europeo tiene, sobre todo, un significado: el control del dinero que se gasta en Bruselas. Esta idea clave explica por qué los alemanes se sienten injustamente tratados cuando los medios de comunicación o la clase política de otros países de la Unión Europea les tachan de antieuropeos por su combativa actitud frente a la Comisión. Al margen de su familia ideológica, los 99 diputados alemanes en el Parlamento europeo votó en contra de la Comisión la semana pasada en Estrasburgo.

El viceministro alemán de Exteriores responsable de Asuntos Europeos, Günter Verheugen, insistió ayer en que debe suprimirse el fondo de cohesión para los países que participan en el euro, es decir, España, Portugal e Irlanda, y mantenerse sólo para los que no cumplen los requisitos necesarios para ello, es decir, Grecia. Con esta afirmación, realizada en una reunión con el ministro francés de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici, Verheugen puso de manifiesto que Alemania no renuncia a eliminar el fondo de cohesión, aunque éste no sea uno de los objetivos explícitos de su presidencia europea.Medios gubernamentales consultados por esta corresponsal para aclarar las declaraciones del viceministro insistieron en que hay que distinguir los objetivos de la presidencia y los de Alemania como Estado. Verheugen dijo ayer que el concepto de solidaridad europea no está en concordancia con el hecho de que países que tienen una riqueza per cápita mayor que Alemania sean receptores netos. "Como el fondo de cohesión fue creado para facilitar la participación en la Unión Económica y Monetaria, en consecuencia, debería ser accesible sólo a los Estados que todavía no participan en el euro", afirmó.

La capacidad de resolver elegantemente los problemas no caracteriza al nuevo Gobierno rojiverde alemán, que tiende a transformar las visiones del canciller Helmut Kohl en balances de cuentas. En sus intentos de explicarse a sí mismos y de lograr que los socios europeos les entiendan, los alemanes chocan con limitaciones: desconfían de los demás y, debido a su historia, no se atreven a llevar a sus últimas consecuencias un argumento simplista que, sin embargo, subyace al discurso de los políticos. Muchos sugieren, de manera más o menos explícita (según el grado de confianza en el interlocutor y el foro donde se exprese), que en Europa hay dos culturas políticas: una, la suya, seria, responsable, partidaria de controlar y fiscalizar hasta el último céntimo entregado a Bruselas, y otra, la de países más sureños y más latinos, que se mostraría más relajada, más amiga del compadreo y más dada a las componendas y a los amiguismos.

Crítica justificada

"En la Comisión hay representantes de diferentes culturas políticas, y no todo lo que es considerado escandaloso en Alemania es considerado así en otros países, y eso explica la diferente reacción de los miembros del Parlamento europeo", dijo Verheugen en una sesión del Bundestag (Parlamento) dedicada a la votación en Estrasburgo. El Gobierno alemán, continuó Verheugen, considera que "una buena parte de la crítica está justificada; por eso aconsejó a la Comisión tomarse en serio las exigencias del Parlamento". "Pero la Comisión se ha comportado como se ha comportado", añadió Verheugen, sin entrar en detalles.Por primera vez, un miembro del Gobierno alemán respondía a las acusaciones de Manuel Marín, el comisario español, quien irritó a la cancillería al insinuar que Bonn había emprendido una acción coordinada para debilitar a la Comisión. "Rechazo el reproche de que Alemania ha intentado, en una doble estrategia, debilitar a la Comisión para poder imponerse mejor en algunos temas de la Agenda 2000", señaló Verheugen. El viceministro puntualizó que no se trataba de acusar a nadie de corrupción, sino de "cuestiones administrativas que son valoradas de distinto modo en las diferentes administraciones europeas".

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La socialdemócrata Ingrid Matthäus-Meier apoyó la tesis de Verheugen sobre las diferentes culturas nacionales y los estándares más rigurosos de Alemania, y se mostró partidaria de seguir luchando por modificar el Tratado de la Unión para que el Parlamento europeo pueda censurar a comisarios individualmente y no sólo a la Comisión en bloque.

El vicepresidente del Grupo Parlamentario Popular en el Parlamento europeo, el demócrata-cristiano Hans-Gert Pöttering, considera también los argumentos culturales. "La imagen de la Comisión Europea es diferente en los distintos países de la Unión Europea", afirmaba Pöttering en una conversación con esta corresponsal. "En Italia, la Comisión se considera como un representante de Europa y de la integración europea, y quien está en contra de la Comisión está en contra de Europa. En Alemania se impone cada vez más la idea de que la Comisión no sólo tiene una burocracia exagerada, sino que también es responsable de irregularidades y de una mala administración. Creo que la verdad está a medio camino". Políticos, periodistas y observadores alemanes opinan que aclarar las irregularidades en Bruselas es el requisito para que Europa sea aceptada por los ciudadanos. Interlocutores de otros países europeos afirman, sin embargo, que, a la hora de elegir el objeto a investigar, la actitud alemana carga las tintas sobre las responsabilidades ajenas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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