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"Muchos en Europa quieren ser el fiscal Starr"

Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea, ha estado en el ojo del huracán de la crisis institucional que vive la Unión Europea. En esta entrevista explica su visión sobre la tensión de estos días.Pregunta. Ante el Parlamento Europeo usted admitió que podía haber cometido algunos errores. ¿Cuáles?

Respuesta. Sufrí un problema de fraude cuando era comisario responsable de ayuda humanitaria. En el verano de 1993, un funcionario desleal que estaba de guardia durante las vacaciones se autoatribuyó una serie de contratos en beneficio propio. Naturalmente, cuando yo volví de vacaciones no me encontré un informe de este jefe de división que me decía "señor Marín, sepa usted que durante las vacaciones he cometido un fraude". Estas cosas no pasan así en la vida y naturalmente este fraude ni lo conocía ni lo sabía. Lo descubrimos el 8 de julio de 1998, una fecha que no se me olvidará.

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P. ¿Cómo reaccionó?

R. Separé del servicio a ese funcionario y le denuncié a la policía judicial y ante el juez. Pero se puso en marcha una acusación muy fuerte por parte de algunos grupos políticos en el Parlamento Europeo de que yo había estado encubriendo el fraude durante cinco años. Eso es falso. Todo este asunto ha sido objeto de una utilización desproporcionada que tal vez haya sido la cortina de humo que intentaba tapar todo un conjunto de intereses políticos de corto plazo. Eso ha determinando la conducta de algunos grupos.

P. ¿Qué intereses?

R. Mi visión de la integración europea no se corresponde mucho con la que parece ser la visión mayoritaria. En los debates internos de la Comisión defendí con mucha fuerza que no se puede hacer más cosas con menos dinero. No estoy seguro de que con el 1,27% del PIB comunitario se pueda hacer frente a la ampliación. Me parece que se está perdiendo el proyecto político de la integración europea al querer reducir el futuro de la Unión a un debate estrictamente presupuestario. Se ha perdido la visión de proyecto político y se ha perdido el espíritu de familia, que es lo que nos permitió hacer el mercado interior, el Acta Única, el Tratado de Maastricht, el euro. Creo que hay que mantener las políticas de solidaridad aunque haya que ajustar los fondos estructurales y el Fondo de Cohesión. Y no comprendo cómo se ha entrado en esta lucha de intereses nacionales tan a corto plazo justo en un momento en que tendríamos que estar llenos de satisfacción por haber puesto en marcha la moneda única.

P. ¿Qué ha hecho mal la Comisión como colegio para no saber manejar esta crisis justo después del éxito del euro?

R. Hemos presentado mal los problemas internos de gestión. Y haber esperado tanto tiempo el resultado de las elecciones alemanas nos hizo perder gran parte de nuestra iniciativa. En lugar de debatir los grandes retos que tenemos se cayó en una discusión endogámica, destructiva. Cuando se ponen en marcha espirales destructoras de cualquier signo, al final el espíritu de destrucción termina desbordando.

P. ¿Está satisfecho de las votaciones del Parlamento Europeo?

R. En lo institucional, sí. He superado una prueba muy difícil que era una reprobación individual.

P. ¿Y en lo personal?

R. Yo no había excluido, si hubiera sido necesario, presentar mi dimisión.

P. ¿Por qué no la presentó?

R. A veces, cuando te equivocas o cometes errores es lógico que dimitas. Eso forma parte de las reglas de la democracia. Si metes la pata te vas a tu casa. Si esto se hubiera planteado en un debate político sereno, si se me exige que pague políticamente con mi dimisión sin poner en duda mi integridad personal, hubiera aceptado. Pero también me hago una serie de preguntas. ¿Por qué desde hace cinco meses soy el objetivo político casi exclusivo de esta visión moralizadora?

P. ¿Y por qué no pide a la Comisión que le lleve al Tribunal y sean los jueces quienes diriman?

R. Porque quiero creer que esto se puede arreglar y voy a luchar por ello. Yo nací en Ciudad Real. No soy de Arkansas. No tengo el estómago ni la ambición política de aguantar esta tormenta meses y meses. En cualquier caso, la Comisión es un órgano colegial y decisiones de ese tipo no pueden ser nunca personales porque condicionas a los demás.

P. ¿No está invitando a que redoble la tormenta? Ahora le echan en cara que su mujer sea funcionaria de la Comisión.

R. Es la nueva fase, cuestionar también la situación personal de los comisarios. No ha ocurrido sólo conmigo. Ha ocurrido también con Santer, con Liikanen, con Pinheiro. La extrapolación de modelos termina siempre llegando a Europa. Muchos tienen ahora la tentación de convertirse en Kenneth Starr. No es una casualidad. Habiendo superado la reprobación, ahora se pone en marcha una máquina de destrucción personal. Es cierto que mi esposa es funcionaria europea desde 1988 y se presentó a un concurso general de categoría B, los funcionarios que pasan el examen con jurado. Si en el nuevo sistema que se quiere definir en el código de conducta se impone la incompatibilidad total, pues habrá que hacerlo. Eso desgraciadamente no me costaría ningún trabajo porque mi mujer dejó de trabajar hace ya un tiempo por motivos de salud.

P. ¿Qué es lo que no ha funcionado en la Comisión, los mecanismos o las personas?

R. Los mecanismos. Es totalmente falso que haya un gran número de funcionarios corruptos y desleales. Los funcionarios de la Comisión Europea, sobre todo en los últimos años, han hecho un trabajo inmenso con muy pocos medios.

P. No es ésa la idea predominante.

R. El gran error se produce en 1992, cuando se adopta el paquete financiero de Edimburgo y se aumenta el presupuesto comunitario seis veces pero se mantiene el mismo personal. ¿Qué administración puede gestionar correctamente si se aumentan seis veces de sopetón sus presupuestos y se mantiene el mismo personal? O gestionamos sólo los programas que podemos gestionar bien, lo cual va a significar suprimir mucho de lo que se está haciendo. O bien habrá que dotar a la Comisión Europea de mayores recursos.

P. Es decir, ¿la culpa es de Delors?

R. No. Pretender culpabilizar a la herencia de Delors me parece una mezquindad.

P. Pero fue él quien aceptó más carga de trabajo con el mismo personal.

R. Naturalmente tuvimos que aceptarlo porque en aquel momento se estaba produciendo en Europa una transformación tan radical -recuerden la guerra de la ex Yugoslavia- que tuvimos que hacer frente, a veces improvisando, a retos que se han revelado históricos.

P. Hay dos lecturas sobre el comité de sabios que se va a crear para vigilar la gestión de la Comisión. Unos dicen que ha de examinar los mecanismos de tratamiento del fraude y otros que debe retomar la investigación de todos los casos de corrupción del pasado.

R. Este comité va a hacer un trabajo horizontal. Tiene que hacer primero el diagnóstico y después apuntar soluciones.

P. ¿No examinará casos concretos?

R. Algunos tendrán esa tentación. Pero tenemos la confirmación del Parlamento y del Consejo de Ministros de que va a hacer un diagnóstico horizontal y proponer los remedios adecuados de una manera independiente y neutral fuera del calor del debate político de estos últimos cuatro meses.

P. ¿Por qué si la unidad antifraude de la Comisión (UCLAF) investiga más de 950 casos de los que 27 corresponden a la Comisión y más de 900 a los Estados miembros, el Parlamento sólo ataca a la Comisión?

R. Pues no lo sé. Teniendo en cuenta que la mayoría del fraude se produce en los Estados miembros, vamos a ver si el Parlamento Europeo es coherente.

P. ¿Que quiere decir?

R. Pues que el Parlamento mantenga la misma actitud con los Estados miembros que la que ha tenido con la Comisión Europea. Tiene facultades de denuncia política. ¿Haría una denuncia tan fuerte y tan desproporcionada como ha hecho con la Comisión...? Sería una auténtica novedad.

P. ¿Alemania ha entrado en una espiral antieuropea?

R. Con Alemania tengo un sentimiento de profunda amargura. Es un país al que admiro. Cuando llegué aquí, en 1986, ellos me apodaron el alemán del sur, porque por temperamento soy a veces bastante rígido. Ahora soy el objetivo de unas críticas brutales y desproporcionadas. Y no lo entiendo por dos razones. Una respecto al Gobierno actual. Tengo un reconocimiento personal fortísimo al SPD (socialdemócratas) porque sé lo que hizo por los socialistas españoles cuando estábamos en la clandestinidad. Tengo un reconocimiento de por vida. Respecto a la Democracia Cristiana algunos de sus políticos se han referido a mi persona con una brutalidad digna de los viejos tiempos. No comprendo que, aunque haya perdido las elecciones, se olvide de que, si hay algún partido político que en los últimos 15 años impulsó la construcción europea, han sido precisamente ellos.

P. ¿Las acusaciones alemanas de que en Bruselas se despilfarra el dinero se deben únicamente a sus problemas de financiación o hay un cambio de visión en Alemania sobre la construcción europea?

R. Lo que no se puede hacer es focalizar esta crisis en Alemania. Es un absurdo.

P. Pero 87 de los 99 diputados alemanes votaron por la censura.

R. Eso me resulta incomprensible.

P. ¿Hay, pues, un cambio de visión?

R. Lo que se está produciendo, y no es un problema que tenga que ver sólo con Alemania, es que se ha puesto en marcha una mecánica de poner encima de la mesa sólo los intereses nacionales a corto plazo. ¿Por qué? Porque no hay un proyecto político claro, elaborado, para imaginar lo que tiene que ser Europa después de la unión monetaria.

P. O hay un proyecto en el que la Comisión desempeña un papel menor.

R. Algunos tienen la tentación de querer convertir a la Comisión en una especie de pura agencia administrativa. Sería muy correcta en la gestión cotidiana pero perdería su carácter y la fuerza de ser la institución de impulsión fundamental de la integración.

P. ¿No es la debilidad de la actual Comisión la que ha facilitado que esto funcione así?

R. Es una pregunta que no me gustaría contestar.

P. ¿Hay entonces un movimiento de pinza entre el Consejo y el Parlamento? ¿Está el Parlamento rompiendo una alianza histórica con la Comisión y acercándose al Consejo de Ministros?

R. El Parlamento Europeo pide mayor rigor y transparencia. Eso tiene todo el derecho a pedirlo. Y la Comisión tiene que responder. Quiero enfatizarlo. Tenemos que hacer un esfuerzo para restablecer la confianza histórica que tuvimos con el Parlamento Europeo. Debemos, no obstante, reconocer que el gran triunfador del Tratado de Amsterdam ha sido el Parlamento, que ha ganado una cincuentena de competencias adicionales. Es posible que esté produciéndose un cambio de alianzas y el Parlamento vaya reclamando cada vez más protagonismo para desarrollar sus competencias. Pero si se sigue esa lógica, dentro de unos años asistiremos inevitablemente a un forcejeo entre el Parlamento y el Consejo de Ministros. La institución perjudicada sería la Comisión.

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