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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tipos Duisenberg

LA INTRODUCCIÓN del euro ha supuesto un completo éxito, según el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Wim Duisenberg. De momento, el Banco mantiene en el 3% el tipo central de interés de intervención para la zona euro. Era previsible. Hay que dar tiempo al tiempo para que el euro se asiente. Pero menos razonable que esa decisión es la actitud que Duisenberg transmitió sobre la orientación futura de la política monetaria, pues defendió la rigidez en los niveles actuales de los tipos de interés y se opuso abiertamente a discutir de la política del tipo de cambio del euro frente a terceras divisas.Esa negativa a reducir "en un futuro previsible" los tipos de interés del euro es, cuando menos, inoportuna viniendo de un banco central que contempla cómo la tasa de inflación del área de su competencia se mantiene inferior al 1%, manifiestamente por debajo del 2% anual definido por el mismo como objetivo. Francia y Alemania, que aportan el 50% del PIB de la zona, tienen tasas de variación de los precios del 0,2% y 0,5%, respectivamente. Ocurre, además, que las moderadas perspectivas de crecimiento del conjunto no son precisamente susceptibles de amenazar la estabilidad de los precios. El entorno internacional, por otro lado, tampoco es propicio a los repuntes inflacionistas, especialmente si la otra gran moneda, el dólar estadounidense, sigue depreciándose.

Con todo, el BCE puede disponer de perspectivas distintas que le hagan oponerse a una bajada de los tipos; pero, en este caso, debería darlas a conocer, en apoyo de los razonamientos que su presidente debe exhibir para justificar las actuaciones de una institución al servicio de los ciudadanos que debería haber comenzado su andadura con mayor transparencia.

El otro aspecto importante que sin duda seguirá sujeto a la controversia es el relativo al comportamiento del euro frente a las otras dos divisas vehiculares, el dólar y el yen. El primer ministro japonés, Keizo Obuchi, ha unido sus reclamaciones de un acuerdo para limitar las variaciones entre el euro y el yen a las ya sugeridas por las autoridades alemanas y francesas. Ese sistema de límites de fluctuación o zonas objetivo (target zones), hasta ahora rechazado por EE UU y por el Bundesbank, limitaría la discrecionalidad de que hoy dispone el BCE en la conducción de la política monetaria. Pero quizá, cuando el euro está en rodaje, sea prematuro integrarla en un régimen rígido. Antes es necesaria una coordinación efectiva entre las autoridades de los grandes.

Tiempo habrá, en todo caso, para verificar si, como parece razonable anticipar, la introducción del euro contribuye a simplificar y mejorar las posibilidades de consecución de un sistema monetario internacional más ordenado y estable. En todo caso, el BCE ha de preservar su autonomía, lo que no debe obviar una necesaria coordinación con los ministros de Finanzas de los Once. De esta autonomía, en mucha mayor medida que del tono de las declaraciones de su presidente, depende el respeto que los ciudadanos y los mercados otorguen a esta institución clave del proyecto ahora emprendido.

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