Preocupación en La Moncloa
Por fin, el Gobierno español se ha dado cuenta de que sería uno de los más perjudicados en caso de que cayera la Comisión Europea en su conjunto. El diputado popular Juan Manuel Fabra Vallés ha recibido un mensaje de Moncloa para que deje de mostrarse tan entusiasta como hasta ahora en sus ataques a Manuel Marín, porque tampoco el Gobierno español desea la caída del comisario socialista. La Comisión Europea es el único aliado de peso que tiene España en la negociación financiera que debería cerrarse el próximo semestre. Su dimisión o su censura por el Parlamento Europeo podría tener consecuencias catastróficas. Para Madrid es inimaginable negociar la Agenda 2000 con una nueva Comisión.
Para Alemania, en cambio, casi todo son ventajas. Una Comisión débil facilita sus intenciones de una reforma que tienda a reducir las aportaciones de los Quince al presupuesto común. Consolida ante la opinión pública el mensaje político de que el nuevo canciller está cortando por lo sano "el despilfarro" de Bruselas. Y de paso deja sin empleo a la comisaria alemana Monika Wulf-Mathies, responsable de política territorial y lo bastante valiente como para defender tesis contrarias a las de Bonn, como, por ejemplo, que el ingreso en el euro no es motivo para perder el Fondo de Cohesión.
Los socialistas no sólo ven la mano de Schröder en el asunto. También denuncian una "conspiración conservadora" y citan, por ejemplo, la petición del eurodiputado conservador McMillan para que dimitan seis comisarios, de los que uno es la radical Emma Bonino y el resto son socialistas (Marín, Cresson, la sueca Gradin, el finlandés Liikanen y el griego Papoutsis).
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