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Francia unifica en un departamento de Cultura todos los planes urbanos

El Gobierno persigue "fabricar ciudades en las que no sea difícil vivir"

Los monumentos y las autopistas, los palacios renacentistas y las nuevas barriadas, la escultura barroca y el mobiliario urbano, el patrimonio y la arquitectura, el urbanismo y los diseños actuales vuelven a darse la mano dentro del organigrama administrativo francés. Un nuevo departamento, que dependerá del Ministerio de Cultura, unificará estas ramas con el fin de considerar el espacio urbano en su conjunto.

Es el final -sin duda provisional- de un largo camino iniciado en el año 1830, cuando Próspero Mérimée se encuentra al frente de los llamados "monumentos históricos"; es decir, de la denominación legal de la pasión romántica por las ruinas.Reconciliar el arte con la ciencia, la poesía de las formas con la matemática de los cálculos, es la tarea encomendada a François Barré, antiguo presidente del Beaubourg y personaje que ha logrado recuperar para el Ministerio de Cultura una arquitectura contemporánea que desde 1978 dependía de Medio Ambiente o de Equipamiento. "Hay que considerar el espacio urbano en su conjunto. La noción de vanguardia es hoy el concepto más obsoleto de la historia de la creación durante el siglo XX", ha declarado Barré al diario Le Monde.

Entre los grandes proyectos que tiene que resolver el nuevo director general de Arquitectura y Patrimonio figura éste de poner en pie precisamente la Cité du patrimoine et de l' architecture en el antiguo palacio de Chaillot, un espacio de 2.400 metros cuadrados en el que deberán coexistir -"un lugar de confrontación"- la construcción histórica y la contemporánea.

Dos creadores atípicos -Massimiliano Fuksas y Paul Virilio- respaldan ese nuevo centro, un museo-debate que quiere tender puentes entre los centros urbanos históricos y los barrios en construcción, entre un modelo de ciudad acabado y el que tiene tanta dificultad en nacer. "Hoy, la verdadera cuestión es saber cómo fabricar una ciudad en la que no sea difícil vivir", resume Barré. Excepción

Otra cuestión urgente a abordar por Barré es la "excepción francesa" en materia de concursos arquitectónicos. Una ley obliga a que todo proyecto de obra pública tenga que salir a concurso, y, desde 1993, ese concurso ha de ser además remunerado para todos aquellos que son invitados a participar en él. Esa exigencia de remuneración no es reconocida por una directiva europea de 1992 que, además, reclama que sea desconocida la identidad de los participantes -en Francia, la reticencia al anonimato es enorme tras lo sucedido con la ópera de la Bastilla, en la que el concurso acabó en manos de un arquitecto no deseado ni por el jurado ni por el constructor-, pide que la mayoría de los miembros del jurado sean arquitectos y no tiene en cuenta las exigencias del constructor, exigencias que sí son muy consideradas en los concursos galos.

"Italia organiza 25 concursos cada año; Finlandia, unos 10; Alemania, alrededor de 500; pero Francia, más de 2.000. España y Gran Bretaña son países muy cerrados a los concursos internacionales", explica Barré, confiando en que el modelo, la "excepción", logre exportarse a otros países. "Los concursos sólo representan el 5% del trabajo de los arquitectos en Francia, pero sirven de laboratorio para la profesión. Espero que nuestros colegas europeos reflexionarán sobre las supuestas virtudes del anonimato y dejarán de aceptar el participar gratuitamente en concursos".

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