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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Vivir sin inflación

El interesante debate planteado en EL PAÍS del día 27 de diciembre de 1998 por Roberto Velasco y Jordi Sevilla en torno a una hipotética "vida sin inflación" aborda los efectos positivos de la estabilidad en los precios para conseguir la utopía keynesiana de la redistribución de rentas y riqueza desde enfoques distintos: a) acabada la inflación podemos avanzar por la senda del empleo, y b) persistirán las dificultades de adaptar ciertas ilusiones sociales -el aumento nominal de sueldos y beneficios- a la "no inflación".Sin embargo, uno y otro obvian en sus análisis los brotes inflacionarios en el precio del suelo urbanizado (que no el coste) y en el coste de la vivienda (que no el precio). El comportamiento de este sector sigue siendo, en términos absolutos, inflacionario y con repercusiones más que negativas en los procesos redistributivos. Los jóvenes y los sectores que perciben rentas más bajas verán cada vez más lejos las posibilidades de acceder fácilmente a la vivienda.

El lícito espejismo de la lucha contra la inflación ha olvidado un "consumo" al que gran parte de la sociedad dedica más de un tercio de sus ingresos. Y todo ello sin plantear de raíz tres problemas a nuestro entender básicos.

-La importante bajada de los tipos hipotecarios se ha visto compensada (el mercado dixit) por el aumento de los precios absolutos de la vivienda de tal forma que lo pagado (amortización más intereses) ha disminuido en inferior proporción, creando la "ilusión" de un precio menor, cuando éste realmente ha subido.

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-La creación de nuevo suelo (lo que debería implicar bajar su precio) no es sólo consecuencia de clasificar suelo en el planeamiento urbanístico, sino de equipararlo y acercarlo al centro, cosa que no siempre va pareja.

-No se ha avanzado un ápice en las tecnologías constructivas ni en el aumento del volumen de obra de cada promoción (lo que implicaría bajar su coste). Las técnicas más tradicionales, más la costumbre de que cada "tecniquillo tiene su proyectillo", impiden racionalizar a la baja los costes constructivos.

Además de la "hora del empleo" y la "adaptación a la no inflación", las posibilidades de avanzar en las políticas de redistribución (y de no orillar el Estado de bienestar) deberían permitir ampliar los objetivos estatutatios del Banco Central Europeo a los temas no resueltos del precio del suelo y el coste de la vivienda.-

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