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Valses, champaña y operetas dominan en Europa y EE UU el cambio de año musical

Lorin Maazel y Claudio Abbado dirigen los tradicionales conciertos de Viena y Berlín

, Valses, polcas, operetas y programas lírico-sinfónicos de corte ligero dominan la programación musical durante estos días de cambio de año. Lorin Maazel dirige el tradicional concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena en la Musikverein, con ritmos y aires vieneses de la familia Strauss, y Claudio Abbado, las galas de fin de año de la Filarmónica de Berlín, con arias y oberturas de Mozart, Verdi y Puccini, entre otros, contando con la presencia de las sopranos Mirella Freni y Christine Schäfer, el barítono Simon Keenlyside y el tenor Marcelo Álvarez.

El juego de cifras y fechas pone en relación caprichosamente en 1999 a tres compositores de apellido Strauss. De Johann Strauss padre se conmemoran los 150 años de su muerte, y de su hijo mayor, también Johann Strauss, autor de El murciélago y de un ramillete de los valses y polcas más populares, el centenario de su fallecimiento. Del compositor alemán Richard Strauss, creador de Salomé y Elektra, se cumple asimismo en 1999 el cincuentenario de su muerte.El modelo, por así decirlo, típico de salida y entrada de año es el del Metropolitan de Nueva York. Termina 1998 con El murciélago, de Strauss, y empieza 1999 con La flauta mágica, de Mozart: fiesta y champaña por la noche; esperanzas de un mundo mejor al día siguiente. Algún teatro de ópera, como el de Colonia, mantiene La flauta el día 1, pero el 31 lo reserva para la nada frívola La ciudad muerta, de Korngold. Es una excepción. Otra variante es la de la Ópera de Francfort, que culmina el año con La flauta y comienza el 99 reivindicando el espíritu alemán con la bellísima Der Freischutz de Weber. Lo más extendido es en cualquier caso cerrar el año con la opereta El murciélago. Múnich (con Zubin Mehta), la Ópera Cómica de Berlín, la Ópera del Estado y la Volksoper de Viena encabezan una larga lista de esta opción. En cuanto a La flauta, hay ciudades con varios teatros de ópera que alternan sus representaciones. Es el caso de Berlín: cierra el año lírico de la Ópera del Estado Unter der Linden; abre el de la Deutsche Oper.

Rossini

Rossini es un autor que goza de mucha aceptación para despedir el año. En La Moneda de Bruselas se representa El turco en Italia; en Oslo y Verona, La italiana en Argel; en Gotemburgo, El viaje a Reims, y en Helsinki, El barbero de Sevilla. Las operetas son irresistibles para muchos teatros. La viuda alegre despide a ritmo de diversión La Bastilla de París, la Ópera de Dusseldorf o el Capitolio de Toulouse, mientras La vida parisina sube a escena en Lieja, La bella Elena en Karlsruhe y Los bandoleros en Burdeos. En un terreno más pegado al teatro musical destaca West Side Story en Bonn.Dos ciudades tan importantes musicalmente como Londres y Dresde cierran el año con La novia vendida, de Smetana. La Royal Ópera de Londres, en su exilio dorado del teatro Sadler"s Well, incluso inaugura 1999 con el mismo título, como hiciera hace unos años la Ópera de Washington; Dresde, sin embargo, homenajea ya desde el primer día de 1999 a Richard Strauss, tan vinculado a esta ciudad, con una representación de El caballero de la rosa.

Hamburgo se decanta por Don Juan de Mozart y Zúrich, siempre tan personal, opta por Don Pasquale, de Donizetti, el 31 de diciembre (con la española Isabel Rey en el reparto), y Cosi fan tutte, de Mozart, el 1 de enero (con otro español, Carlos Chausson). Dos teatros tan distantes como los de Washington y Stuttgart se han decidido a abandonar el año con El rapto en el serrallo, de Mozart, mientras la Ópera de Roma abre el 99 con Boris Godunov, de Musorgsky (en la celebrada puesta en escena de Piero Faggioni), y Estocolmo, con la melancolía de Werther, de Massenet, en los primeros pasos del Año Goethe. Barcelona despide esta tarde operísticamente en el Palau el último año del Liceo en el exilio con una versión en concierto de Parsifal, de Wagner, dirigida por Antoni Ros Marbà, mientras el Teatro Real de Madrid comienza 1999 con La Bohème, de Puccini, en una versión bastante estimable.

Daniel Barenboim es fiel a la Novena de Beethoven en Berlín, una tradición que se extiende a muchas ciudades europeas, incluida Madrid, con Rafael Frühbeck de Burgos, la Sinfónica y el Orfeón Donostiarra, aunque en esta ocasión lo han dejado para los días 2 y 3 de enero en el Auditorio Nacional.

Muy animado se muestra el teatro Monumental de Madrid en los primeros días del año: zarzuela y bandas sonoras de cine, el día 1; música en familia, el 2, y un monográfico sobre Don Quijote, el 4, con obras de Esplá y Gerhard y, por supuesto, Richard Strauss, con Asier Polo de violonchelista. Otra propuesta de Don Quijote desde la danza, la creada para la Ópera de París en 1981, revive durante estos días en el opulento Palais Garnier, abriendo y cerrando año. Mientras tanto, en el Palau de Valencia, el animoso Taller de Ópera de la ciudad del Turia pone en pie Los cuentos de Hoffman, de Offenbach.

Público joven

En Graz (Austria) dedican a los niños el esencial Hansel y Gretel. El público joven tiene durante este periodo vacacional muchos programas a su medida en la mayoría de las ciudades. Las posibilidades se multiplican. La música continúa, la vida sigue. Las galas festivas se resisten a desaparecer. La SGAE, que también celebra centenario en 1999, abre un año de actividades con una velada lírica en el Teatro Real el 5 de enero, en la que se van a concentrar nada menos que Alfredo Kraus, Monserrat Caballé, Monserrat Martí, Carlos Álvarez, Ángeles Blancas y Ana María Sánchez, cantando zarzuela y música española, con varios directores de orquesta alternándose al frente de la Sinfónica de Madrid. A más de uno le traerá el recuerdo de la extinguida Gala de Reyes que Plácido Domingo organizaba los últimos años. Los organizadores afirman que esto es otra historia. No hay por qué dudarlo.

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