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Reportaje:

La alegría contagiosa de una tarde de domingo

El proceso ennoblecedor de Núñez y Navarro ha registrado diversos episodios. Uno de los más conocidos y comentados empezó en el palco del Camp Nou, una tarde de domingo de las que solía ofrecer a la parroquia azulgrana la alegría contagiosa del fútbol de Johan Cruyff en la etapa de formación del dream team. El ex alcalde de Barcelona Pasqual Maragall aconsejó a Josep Lluís Núñez que afrontara la etapa de madurez de su empresa dándole un barniz cultural acorde con el urbanismo de calidad que estaba transformando la ciudad olímpica. Maragall, aconsejado por el entonces concejal de Urbanismo Oriol Bohigas, facilitó a Núñez una lista de despachos de arquitectos que podían ayudarle y de ahí nació la colaboración del constructor con Óscar Tusquets y Carlos Díaz. En su etapa con Núñez, estos arquitectos matizaron el segmento elitista del mercado de la promotora con obras como las casas pareadas de Can Caralleu, y también sellaron algún logro, a medio camino entre la vanguardia y la tradición, como es el caso del edificio del paseo de Sant Joan, frente al Arco de Triunfo, levantado a modo de auténtica mansarda francesa y coronado por una bóveda rotunda. Ruptura El resultado del matrimonio de conveniencia entre Tusquets y Núñez pronto se "hizo previsible", como ha revelado con elegancia el conocido arquitecto. Ambos, constructor y arquitecto, se reunían semanalmente para debatir el impacto económico del toque artístico en los nuevos edificios; pero, transcurrido un tiempo, la frecuencia del contacto ahondó sus diferencias de gusto y de criterio. La tensión se hizo evidente cuando Núñez quiso rehabilitar una casa modernista del barrio de Tres Torres que había albergado al conocido restaurante Azulete y cuyo primer rediseño había sido obra del mismo Tusquets. Finalmente, el conflicto estalló el día en que, a espaldas del arquitecto y obviando sus consejos, Núñez derribó una deliciosa pérgola situada en el jardín de la casa, mimada por Tusquets y testigo mudo de muchas sobremesas. Mucho después, diversas versiones de profesionales conocedores de los hechos han coincidido en señalar que en aquella ruptura Josep Lluís Núñez tomó la decisión de actuar por su cuenta. El constructor quería romper la relación profesional con el despacho de arquitectos, volviendo a sus métodos tradicionales, y encontró un buen pretexto en la demolición de lo que, a su criterio, era un detalle ornamental de dudoso refinamiento.

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