La Biblioteca Nacional entra en el siglo XXI
El magno edificio de Recoletos llega a la última fase de su rehabilitación como centro investigador de difusión cultural
La Biblioteca Nacional de Madrid, en el paseo de Recoletos, inicia la recta final de las obras de rehabilitación ideadas hace diez años. El edificio del siglo XIX, uno de los más singulares del centro de Madrid, pasará, en apenas un año más, a insertarse plenamente en el siglo XXI, con todo la utillería tecnológica necesaria para ello. Jerónimo Junquera, madrileño de 55 años, es el arquitecto que concibió, con Eustaquio Pérez Pita, el plan director para rehabilitarlo.Una unión temporal de empresas (UTE), formada por Fomento de Construcciones y Contratas y Necso, lo aplica. Decenas de operarios trabajan en su seno.Las obras prosiguen a buen ritmo, con el horizonte del 31 de diciembre de 1999 como meta para culminarlas. El gerente Manuel Ruiz Barrero calcula el monto de la inversión en unos 9.000 millones de pesetas, informatización incluida.
El arquitecto Jerónimo Junquera explica el plan director: "El reto era complejo. La principal pregunta a despejar era si realmente en este edificio cabía la Biblioteca Nacional". Para darle respuesta, dos facultativos bibliotecarios, dos arquitectos y el director técnico se reunieron semanalmente durante un año.
Se trata de un recinto oficial en el que de todo objeto susceptible de poseer depósito legal en España, libro, texto o publicación, desde partituras musicales a prospectos publicitarios, más CD-ROM o vídeos, ha de ser almacenado. "Por ello", añade Jerónimo Junquera, "vimos que resultaba absolutamente necesario disponer de silos exteriores al edificio central del paseo de Recoletos, para poder almacenar en aquéllos el material registrable pero no imprescindible para la consulta directa". Para atajar este problema se construyeron tres grandes silos o depósitos de almacenamiento en el campus universitario de Alcalá de Henares, a cargo del arquitecto Francisco Fernández-Longoria. Comienza ahora la construcción de dos depósitos más.
"Cuando acometimos el plan, la Biblioteca Nacional era utilizada principalmente por estudiantes para preparar sus exámenes", señala el arquitecto madrileño. "Felizmente, la construcción de numerosas bibliotecas públicas por todo Madrid durante estos años permitió cambiar el concepto anterior de la Biblioteca Nacional para transformarla en un gran centro de investigación y difusión cultural al que poder acceder, por vía informática, desde cualquier rincón del mundo", agrega. "Teníamos que mantener documentalmente viva la Biblioteca, proseguir su empleo sin cerrarla e ir rehabilitándola poco a poco, causando el menor número de inconvenientes a sus usuarios", subrayan de consuno Ruiz Barrero y Junquera. "Desde el punto de vista arquitectónico, hemos conseguido reservar el espacio perimetral que circunda el edificio para alojar las secciones especiales de investigadores, como música y hemerotecas. En el centro se mantiene la gran sala de lectura, llamada Fondo General, con los depósitos correspondientes, sobre los que se ha actuado dotándolos de todas las nuevas tecnologías de seguridad y climatización", concluye el arquitecto.
El resultado ha sido el siguiente: de los 35.000 metros cuadrados anteriormente hábiles, a partir de ahora la Biblioteca podrá disponer de hasta 50.000. Su cubierta ha sido completamente remozada, reconstruida en zinc.
Tras su frontón triangular exterior, de inspiración neoclásica, se alberga un cuidado salón de personalidades. Sus dos torreones, que rematan los dos flancos sobre el paseo de Recoletos, permitirán albergar muy pronto una hemeroteca especializada y un estudio musical donde los investigadores podrán interpretar al piano cualesquiera de las 205.606 partituras que atesora en sus depósitos.
Los anchos lucernarios del XIX que remataban su tejado, cegados durante décadas, han sido recuperados y permiten ya el paso de la luz cenital, para hacer diáfana buena parte de sus 139 kilómetros de estanterías.
Algunas estancias mantienen su mobiliario secular, ahora restaurado; en otras ha sido recreado con materiales y diseños congruentes, estéticamente armoniosos. El suelo de su interior ha sido revestido del mismo parqué que alfombra el aeropuerto de Copenhague. Es de madera africana (bangue), tratada en fábricas danesas con materiales ignífugos, de dureza inalterable al paso de los carritos metálicos cargados de libros. Un entramado de paneles paralelos, revestidos de yeso, cubre los muros por los que el moderno cableado se despliega. Miles de metros de fibra óptica, de circuitos de humidificación y aire acondicionado, tubos secos de un innovador sistema contra incendios a base de sensores habitan ya bajo sus muros y en sus entrañas.
Preservada la seguridad de sus copiosos fondos, el acceso de investigadores cercanos y remotos se verá dinamizado. Las tribulaciones de los usuarios concluirán, dicen los responsables del centro. La Biblioteca Nacional puede entrar ya en el siglo XXI.
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