En noviembre, la crisis se cerró en falso y abrió la vía a otro ataque
La vez pasada, en noviembre, Sadam Husein se salvó en el último minuto. El presidente iraquí anunció que aceptaba la vuelta de los inspectores internacionales encargados de vigilar el desarme de su país (permanente leitmotiv del enfrentamiento con EEUU) cuando ya habían salido hacia la zona ocho bombarderos norteamericanos con misiles de crucero.En pleno vuelo rumbo a Bagdad, los aviones fueron llamados de vuelta a sus bases. Pero Washington, frustrado y desorientado, dejó claro que consideraba "inaceptable" la jugada de Sadam y que mantenía abierta la opción de una acción militar porque no consideraba "creíbles" las promesas del régimen iraquí de abrir todas sus instalaciones a los inspectores de la ONU. Anoche lo demostró.
La del mes pasado fue la denominada "tercera crisis de los inspectores", la que estuvo más cerca de desencadenar un bombardeo masivo de EEUU y antecedente inmediato de los ataques de ayer. Esa tercera entrega de la crisis de los inspectores fue una copia de las dos anteriores: todo comienza cuando Sadam lanza un órdago. Sigue con EEUU picando el anzuelo y despliega su potencia bélica, y termina cuando, en el último momento, Sadam se echa atrás y deja a Bill Clinton con el fusil en las manos.
Pero hay ligeras variaciones. Hace un mes, el régimen iraquí se encontraba totalmente aislado en la escena internacional. Su negativa a que los inspectores de armamento de la ONU desarrollasen su actividad no logró la comprensión de sus aliados en el mundo árabe, ni de las potencias en el Consejo de Seguridad tradicionalmente más atentas a las quejas iraquíes, Rusia, China y Francia. Ni siquiera el secretario general de la ONU, Kofi Annan, que había desactivado con éxito una crisis anterior viajando a Bagdad en febrero, se mostraba dispuesto a intentarlo de nuevo.
Últimas advertencias
Tras conseguir aislarle internacionalmente, la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, dejó claro que "no hacen falta nuevas advertencias", y sugirió que esa vez, además de tratar de reducir su temible arsenal, el objetivo de Washington era también derrocar al propio Sadam.La habilidad del líder iraquí en el último minuto dejó a Washington en la tesitura de seguir adelante con el ataque y arriesgarse a ser contemplado como una potencia intransigente y belicosa. El habilidoso requiebro de Sadam logró el beneficio de la duda de Francia, China y Rusia. Clinton no tuvo más remedio que echar marcha atrás, pero ya entonces consideraba inevitable otro choque. El martes 17 de noviembre, los inspectores volvían a Irán, las tropas de Estados Unidos a sus bases, y el conflicto parecía desactivado. Pero sólo para los más optimistas: los tambores de guerra han tardado exactamente un mes en volver a sonar.
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