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Un ser ínfimo que atesora todas las claves de la genética

Javier Sampedro

Varios centenares de genetistas trabajan con el gusano desde los años sesenta debido a las enormes ventajas técnicas que ofrece. La mayoría de los individuos son hermafroditas, que pueden elegir entre autofecundarse o buscar un macho para pasar el rato. Por cualquiera de los dos métodos, el gusano pone de una tacada 200 huevos, que sólo tardan cuatro días en hacerse adultos y concentrarse de nuevo en la tarea de copular, ya sea solos o en compañía de otros. Con ese estilo de vida, no sorprende que la gran mayoría del volumen corporal de Caenorhabditis esté ocupado por los ovarios y los testículos. Pero el gusano también exhibe otras tres habilidades: reptar, comer y defecar. Puede parecer poca cosa, pero estas actividades obligan al animal a desarrollar todos los principales tipos de tejido: piel, epitelios intestinales, sistemas excretores, músculos y nervios.Lo de los nervios se lo toma bastante en serio este animal. Caenorhabditis tiene sólo 959 células, y de ellas son neuronas nada menos que 300. Las células musculares no pasan de 81, lo que vuelve a demostrar que más vale maña que fuerza.

Pese a tanta cicatería numérica, los genes de Caenorhabditis contienen las instrucciones para ejecutar todos los procesos biológicos fundamentales que ocupan actualmente a los laboratorios de cualquier campo: el desarrollo temprano de un embrión a partir de un óvulo fecundado, la generación de formas y patrones a partir de un mero conjunto amorfo de células equivalentes, la construcción de intrincadas redes de conexiones entre neuronas y otros muchos. Las células del gusano también envejecen, lo que tiene un mérito notable, si se tiene en cuenta que este animal sólo vive dos o tres semanas. El proceso de envejecimiento y muerte (o suicidio) celular depende de una compleja trama de genes, que es idéntica en todos los animales. Las primeras pistas sobre ese fenómeno crucial se obtuvieron precisamente en Caenorhabditis.

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