Manolo Valdés muestra en Pamplona el recobrado interés por la textura de sus orígenes informalistas
La sala de arte García Castañón de Pamplona acoge hasta el próximo mes de enero algunas de las más actuales creaciones del pintor Manolo Valdés (Valencia, 1942). El artista, afincado en Nueva York y alma con el fallecido Rafael Solbes del Equipo Crónica, presenta sus últimos óleos, obras sobre arpillera de grandes proporciones, esculturas en madera y 14 originales de obra gráfica llegados desde la neoyorquina galería Marlborough. Valdés excusó por motivos de trabajo su asistencia a la presentación de la muestra, organizada por Caja Pamplona.
El comisario de la exposición, Carlos Catalán, definió al pintor como uno de los más importantes artistas "de la resaca del pop". Manolo Valdés es un consagrado creador reconocido internacionalmente. Su obra se encuentra presente en los mejores museos de arte contemporáneo del planeta. La selección de la veintena de piezas que componen la muestra marcan una clara evolución hacia el interés propiamente pictórico, lírico y poético en su trabajo, aunque sin perder las referencias tradicionales hacia la pintura clásica que nacieron con el Equipo Crónica y la descontextualización de referentes pictóricos apropiados para el trabajo recreador. El artista valenciano, tras pasar por un periodo informalista (1959-63), fundó en 1964 el Equipo Crónica en compañía de Joan A. Toledo y Rafael Solbes. Toledo abandonaría el grupo un año después, pero Valdés y Solbes continuarían un trabajo que es referencia esencial en el arte contemporáneo español y que tuvo un punto de inflexión en 1981, con la muerte de Rafael Solbes. De aquella pintura que negaba validez a la obra personal o de firma, que recreaba a la española el suave pop art norteamericano, que desmitificaba las imágenes de la pintura española del Siglo de Oro y eludía con increíble poder corrosivo la férrea censura de la dictadura franquista, Valdés pasó a desarrollar en solitario un trabajo de menor significación política a medida que las circunstancias del país evolucionaban. Su actual preocupación creadora le ha llevado, desde la perspectiva neoyorquina, a enlazar en su obra más reciente con el pictorialismo y la preocupación por la materia y su valor táctil presentes en sus trabajos de juventud. Huella personal Las propuestas que presenta en la exposición de Pamplona contienen una importante carga teórica que se articula, eso sí, mediante la incorporación a la pintura de los principios y claves semióticas que comprenden el arte como un lenguaje. Valdés manufactura sus pinturas al óleo con materias espesantes que le dan una huella personal, elabora collages con telas de desecho, crea grandes arpilleras al estilo de Millares o Tàpies, brinda a la escultura un papel destacado en su trabajo (las dos piezas exhibidas en Pamplona utilizan la madera de serrería en estado bruto) y se muestra como un grabador de excelente factura y de no menos habilidad comercial al introducir en cada serie aspectos pictóricos que hacen que no haya un sólo grabado idéntico a otro. El resultado es un trabajo complejo en el que se retoman los valores de la textura procedentes del informalismo, pero sin renunciar en absoluto a las claras referencias de la historia de la pintura que le han caracterizado a lo largo de toda su vida creativa. "Manuel Valdés vende todo lo que crea, aunque, afortunadamente, en su reciente exposición en la Marlborough Gallery de Nueva York, la élite dominante no adquirió algunas de sus mejores obras, que precisamente podemos ver ahora en Navarra", ironizó el comisario Carlos Catalán en la presentación de la muestra.
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