De caza
Daría algo por tener un Cicerón que me escribiese en plan catilinaria lo que siento en estos momentos por esa desgracia que tenemos los madrileños y así decir: ¿Hasta cuándo, Manzano, vas a abusar de nuestra paciencia? ¿Cuándo vamos a dejar de caminar sobre escombros o de sortear calles cerradas por obras? ¿Podremos algún día pasear por el Retiro sin encontrar vallas a cada paso? Si, algo así le pediría a mi Cicerón que dijese desde hace ya muchos meses, pero nuevos acontecimientos han hecho que sea finalmente yo misma quien se lance a expresar mi indignación. Se trata de las nuevas medidas que está tomando el Ayuntamiento para que cada vez sea más difícil disfrutar en esta ciudad y, entre ellas, cerrar algunos de los mejores locales de la noche madrileña. Si se quiere evitar el exceso de gente y ruido en la calle a partir de ciertas horas, ése no es el camino. ¿En qué se van a beneficiar, por ejemplo, los vecinos de Huertas con el cierre de La Boca del Lobo? Está provisto de una perfecta insonorización y no ha recibido ni una sola denuncia de sus vecinos; ¿qué hay, pues, detrás de esa preocupación por las irregularidades de licencia fiscal (bar-restaurante en vez de bar de copas)? ¿Qué persiguen realmente? ¿Se trata de una preocupación paternal por que nos vayamos pronto a la cama? ¿A quién quieren controlar: a los dueños de los locales o a quienes nos gusta frecuentarlos? Que sepan quienes no lo conocen que en el mencionado local: a) pinchan excelente música; b) ofrecen conciertos de calidad a diario; c) realizan constantes programas temáticos que combinan proyecciones de películas o vídeo y exposiciones de fotografía o pintura, además de, cómo no, la correspondiente selección discográfica, digna a veces de coleccionistas. Para prevenir suspicacias diré que no trabajo allí, simplemente me gusta y quiero poder seguir yendo. Lo malo es que temo que esto no ha hecho más que empezar y que éste será el primero de la caza de brujas. Tenemos en esta ciudad problemas mucho más graves: no hay más que alejarse unos cuantos kilómetros para ver con espantosa nitidez esa nube gris que tenemos permanentemente encima los madrileños. ¿Puede haber algo más importante que el aire que respiramos? - .
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