Investigadores de la Universidad de Jaén idean un sistema para acabar con la polilla del olivo
Los profesores quieren que el producto sea patentado por la institución académica
El amor a veces se convierte en una trampa mortal, aunque no se trate de un thriller de serie B. Si fuera posible hacer una encuesta entre la población de Euzophera pinguis -una polilla muy parecida a la que devora los roperos- que ha servido para un experimento que se está realizando en la Universidad de Jaén, se corroboraría esa hipótesis. Porque ese bichito, que está en vías de convertirse en la segunda plaga más dañina del olivar, se ha encontrado con un grupo de científicos dispuestos a combatir el efecto nocivo que ejerce sobre el árbol con una peculiar fórmula de control de la natalidad, que convierte la llamada del deseo en un camino mortal. La Euzophera pinguis resulta especialmente peligrosa durante su periodo larvario. Se instala en el interior de los olivos y establece una serie de galerías dentro de las ramas para abastecerse, seccionando los conductos por donde circula el flujo con los productos de la fotosíntesis y los nutrientes que el árbol necesita para estar vivo. Así es como se alimenta con esos azúcares y, poco a poco, va secando el olivo, que cuanto más joven, más garantizada tiene la muerte. En pequeñas cantidades, estas polillas no resultan peligrosas, pero hace algún tiempo han comenzado a aparecer en algunas parcelas como auténticas plagas. Eso fue lo que decidió al equipo de investigación formado por los profesores Adolfo Sánchez, María Luisa Quijano, Manuel Melguizo, Justo Cobo, Antonio Ortíz y Manuel Nogueras a buscar el método que redujera la virulencia de la Euzophera pinguis. Además, este es el primer proyecto de la Universidad de Jaén que consiguió el respaldo estatal como propuesta de I+D (investigación y desarrollo). Las investigaciones comenzaron en 1996 con la voluntad de no aniquilar al lepidóptero, pero contribuyendo a la supervivencia del cultivo y evitar, de paso, el uso de los pesticidas que no resultaban eficaces contra la plaga, cobijada en el interior de la cepa, y sin embargo dañan a los árboles. Así fue como se pensó en la posibilidad de crear trampas que atrajeran a los machos de la especie, en un arranque de deseo sexual, y les condujeran a la muerte en lugar de a las alas de la polilla hembra. Primero hubo que crear la sustancia que imitara a las feromonas femeninas. Después, instalarla en el interior de mortíferas trampas a las que el género masculino de la especie acude como la abeja al panal. Una de las trampas es una especie de tienda de campaña diminuta. En su interior, suspendido sobre un cartón empapado en pegamento, se sitúa el reclamo, un minúsculo palito impregnado de la sustancia que despierta la líbido del lepidóptero. Los machos se quedan literalmente pillados. Otro de los artilugios es un cilindro de plástico, cerrado por sus bases, al que el insecto accede por unas aberturas. Sin embargo, una vez dentro, sigue percibiendo la intensidad aromática de las feromonas aunque no encuentra a la emisora. Y no tiene posibilidad de salir, porque los creadores de la olorosa trampa han cubierto el acceso con una visera que le impide guiarse por la luz para encontrar la puerta. Los lepidópteros no mueren inmediatamente. Las trampas se colocan al atardecer, dado que la noche les resulta más proclive al apareamiento. A la mañana siguiente, cuando los científicos comprueban el resultado de la caza, a menudo encuentran a los insectos pugnando por deshacerse del pegamento. De hecho, si los encuentran vivitos y aleteando disponen de una opción más, la de extirparles las antenas para estudiarlas en un electroantenógrafo, un aparato expresamente construido para esta investigación, uno de los pocos que existen en España, que les permite determinar con mayor exactitud a qué cantidades de feromonas químicas son sensibles. Equilibrio natural Los experimentos se han desarrollado en parcelas de olivar donde puede calificarse de plaga la presencia del insecto, porque si algo tiene claro este grupo de químicos es que apuestan por el equilibrio natural. También se ha comprobado que ningún otro insecto cae en la trampa. La polilla tiene dos épocas de apareamiento, la primera entre abril y julio, y la segunda unos meses más adelante, allá por septiembre. Es en estos periodos cuando las hembras emiten su atractiva sustancia aromática, en un radio de influencia que está por determinar, con intención de aparearse y depositar sus huevos en el interior del árbol. Con este método se impide la procreación. Como no hay larvas, no hay perjuicio. Porque se ha comprobado que hasta que no comienzan a secarse las ramas no es posible determinar si los árboles están o no afectados por la presencia de la Euzophera y sus mortales laberintos. El reto que tiene la Universidad de Jaén por delante es que les sea aceptada la solicitud de patente de este compuesto, ya que se convertiría en la primera que lleva el sello de la institución académica. Después vendrá la segunda fase de la investigación, en la que se analizarán aspectos como la comercialización de la sustancia, determinar el momento del año más apropiado para emplearla, calcular el radio de acción de las feromonas o determinar la dosis que se necesita para que sea eficaz.
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