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AULAS

El problema de los falsos techos

La masificación y la falta de dinero obstaculizan la reparación de los edificios universitarios

El pasado 28 de octubre una bovedilla se desprendió del techo del Aula Magna de Derecho en la Universidad de Sevilla. Fue al mediodía y en la clase no había nadie. Todo se quedó en susto. Los máximos responsables de infraestructuras de la Hispalense aseguran que es imposible predecir eso y que no es cuestión de clausurar todo un edificio porque se construyera hace 50 años. "El problema son los falsos techos", dice el vicerrector de Infraestructuras, Antonio Quijada. "No sabemos cómo están colgados de los verdaderos techos y por mucha vigilancia que se tenga son un peligro constante". En 1953 se acomete una reestructuración de la antigua Fábrica de Tabacos de Sevilla. En ella se albergan en la actualidad tres Facultades, Derecho, Filología y Geografía e Historia además de todos los servicios centrales de la Universidad. El resultado de aquellas obras y otras posteriores fue la construcción de hasta 7 tipos distintos de falsos techos, un total de 300.000 metros cuadrados de peligro posible aunque no necesariamente probable. No todos son peligrosos. Para averiguar si la sujeciones que unen la falsa cubierta al techo verdadero son seguras habría que abrir un hueco en cada estancia como se cala una sandía. En eso consiste el estudio que se va a poner en marcha a raíz del último incidente. El pedazo de techo que se derrumbó en el Aula Magna estaba sujeto de una bovedilla. Tras el incidente, se clausuró inmediatamente el cuarto y mientras se arregla el desaguisado se ha colocado una red para impedir nuevos sustos. Esas son las prioridades del vicerrectorado que cuenta con un presupuesto de 800 millones de pesetas para acometer las obras necesarias y todo lo relacionado con el equipamiento y el mantenimiento. Un lavado de cara Otros edificios de la Hispalense, si bien no corren peligro de derrumbes, sí les vendría bien un lavado de cara. Pero en esto, como en otras cosas, el problema primero es la masificación. ¿Dónde trasladar a tanta gente mientras se acomete la restauración completa de un edificio entero?. Ese es el caso de la que fue vivienda del pintor Gonzalo Bilbao. En el edificio donde ahora se forman los futuros periodistas se desprendió también un trozo de techo hace unos años y de nuevo hubo suerte. Para el vicerrector, el problema no es solo la responsabilidad civil sino la responsabilidad moral de que algo grave pasara. "Los fondos de Infraestructuras son escasos pero la Universidad tiene el dinero que tiene". La Fábrica de Tabaco ya no alberga a tranquilas cigarreras que amamantan a bebés en los ratos libres. Por sus pasillos trotan ahora 20.000 estudiantes, "más del doble de toda la Universidad de Huelva". "Hay más personas de las que caben y ante cualquier riesgo habría un problema de seguridad en la evacuación. Las aulas están abarrotadas", dice el vicerrector. Los dos puntos negros de la Universidad de Málaga (UMA) están en el campus de El Ejido, situado en el centro de la ciudad: Empresariales e Industriales. Los alumnos de Empresariales están como en la mili desde finales de los 80, en unos barracones que se construyeron de forma provisional hace más de 25 años para Económicas después de que se hundiera, al poco tiempo de inaugurarse, parte de esta Facultad. Los de Industriales, que están en el antiguo edificio de Magisterio, "no caben, y están en condiciones regulares", según Guillermina Martín, vicerrectora en funciones de Asuntos Económicos, Programación e inversiones. La Universidad ha programado nuevas construcciones pero no se podrán llevar a cabo hasta que el Ayuntamiento no ceda el terreno necesario para la expansión del otro campus, el de Teatinos. Desde 1995 las infraestructuras de la UMA no han hecho pasar un mal trago a Martín. Pero sí antes. Ciencias de la Salud estaba en los bajos del Hospital Civil. "La situación era catastrófica, había hasta ratas por las paredes. Si aparece una inspección sanitaria, la cierra", recuerda la vicerrectora. Y lo peor fue cuando se cayó un trozo de techo sobre las camillas donde los estudiantes daban clase de fisioterapia. "Menos mal que ocurrió justo cuando el último alumno salía por la puerta". La Universidad de Granada gasta 420 millones de pesetas cada año en la reforma y acondicionamiento de sus edificios. El vicerrector de Infraestructuras y Equipamiento, Agustín Bertrán, asegura que "aunque no existen problemas graves en ninguna de las sedes de la institución docente, su situación general no es todo lo buena que debería". Este año no se ha producido ningún accidente pero en 1997, un falso techo de escayola se desplomó en un aula de la Facultad de Ciencias Políticas y varias mesas acabaron destrozadas. Agustín Bertrán considera que la antigüedad de los edificios de la Universidad, algunos pertenecientes al patrimonio histórico de la ciudad, son un obstáculo para una institución que ha crecido más en alumnos que en instalaciones. Y el dinero sigue siendo insuficiente.

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