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La paz gana en las urnas

Naiara Galarraga Gortázar

Miles de niños vascos reclamaron ayer en las urnas "el derecho a vivir en una sociedad en paz y sin violencia". Esta opción era la mayoritaria -con casi el 25% de los votos- al cierre de esta edición, cuando el escrutinio era del 50%. Unos 30.000 niños respondieron a la invitación de Unicef para elegir el derecho más necesario a su edad. Las elecciones, inéditas en Europa, se celebraron con motivo de la celebración, anteayer, del Día Mundial de la Infancia. Es seguro que la violencia terrorista que ha padecido Euskadi los últimos 30 años ha influido en el resultado. Pero la única razón para celebrarlas en Euskadi, sin embargo, es que fue el comité de Unicef en el País Vasco quien primero propuso trasladar a Europa esta iniciativa, llevada a cabo años atrás en Colombia, México y Ecuador. El derecho "a una familia que me quiera" se perfilaba como la segunda opción más votada. Los pequeños votantes explicaban ante las urnas que sus profesores les habían enseñado qué implica cada uno de sus derechos internacionalmente reconocidos. Unicef había convocado a las urnas a los más de 80.000 vascos de entre 8 y 11 años. Debían marcar una de las de las doce opciones que resumían la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Una vez marcada la casilla, cada chaval introdujo su papeleta en la urna. Ambas estaban especialmente diseñadas para la ocasión. Más de mil voluntarios, entre delegados de la agencia de la ONU y adolescentes, atendieron las 280 mesas electorales repartidas en salones de plenos, colegios, polideportivos y centros comerciales. El próximo miércoles Unicef dará a conocer en detalle los resultados, divididos por sexo, edad, municipio y colegio. PASA A LA PÁGINA 16

"Esto es una cosa muy seria"

VIENE DE LA PÁGINA 1 Con sólo 9 años, Eneko tiene unas cuantas cosas muy claras. Decidió su voto tan pronto como le explicaron cuáles eran las 12 opciones. Marcó el derecho a una familia que me quiera y me oriente: "Es lo que más me gusta, que todos los niños tengan una familia que no se separe. Es una pena que haya niños solos". Lo explica como la solemnidad de un adulto. Eneko vive en un medio poco propicio para cualquiera, y menos para quien sólo levanta un palmo del suelo. Su barrio, en Bilbao, es uno de los más carcomidos por la droga y el paro. Eneko cuenta que es hijo único. "Tenía cuatro hermanos, pero se murieron; bueno, no nacieron", precisa. Quizá por eso la familia es para él esencial. Niega tajante que estas elecciones infantiles -las primeras que Unicef celebra en Europa tras varias experiencias similares en países latinoamericanos- sean un juego. "Son una cosa muy seria". Tan seria que, por si las moscas, votó a primera hora, poco después de las 10 de la mañana. La voluntaria de Unicef encargada de la mesa electoral apunta que ha sido el segundo votante de su colegio. Su padre le acompañó mientras su madre se quedaba en la cama. "He intentado levantarle pero...", dice a modo de excusa. A Eneko ejercer la democracia le ha hecho una ilusión tremenda. Como a casi todos los niños vascos de entre 8 y 11 años que ayer se estrenaron en las urnas. Este chaval de expresión seria no recuerda que sus padres hayan votado jamás. La mayoría de los electores estaba orgulloso de ser, por una vez, protagonista. En esta ocasión los padres eran los actores secundarios. La situación era diametralmente opuesta a la vivida el pasado 25 de octubre, cuando los vascos mayores de edad eligieron su Parlamento. En los pasillos de uno de los 280 colegios electorales repartidos por Euskadi, varios padres recordaban que no fue hasta cumplida la veintena, una vez muerto Franco, cuando se estrenaron en unos comicios. Decisión en solitario "Lo he decidido yo solo", decían casi todos. Eligieron después de que esta semana les explicaran en clase qué hay tras ese título que ninguno ha retenido, la Convención Internacional de los Derechos del Niño. "Porque los niños no deben ser maltratados", Jennifer eligió el derecho a la protección. Su madre, Bienvenida, explicaba a pocos metros de la urna que la iniciativa de Unicef le parece fantástica "para que los niños tengan una idea clara de qué quieren". Otra madre confiesa en cambio que no cree que su hijo de 10 años y los dos amigos con los que ha ido a votar tengan muy claro de qué va esta campaña, La voz de la infancia. Para Iria la solidaridad, el derecho a que todos los países colaboren en el desarrollo de todos los niños, es lo más urgente para los de su edad. Vestida con un elegante abrigo y zapatos rojos, lucía una trenza adornada con un enorme lazo de cuadros escoceses. Esta niña del centro de Bilbao reconoció que tiene todo lo que necesita. "Pero hay muchos niños que no tienen nada, que les falta cariño o que no tienen padres". Ha votado por ellos, por los desamparados de su edad. Un chaleco azul de Unicef indica que Isabel es voluntaria. Esta mujer que trabaja a diario con niños desfavorecidos afirma haber percibido que los chavales asocian la reivindicación de sus derechos con lo que ocurre en países subdesarrollados. "No son conscientes de que aquí también hay niños con necesidades".

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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