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Reportaje:

Israel: los 'ultras' se echan al monte

Pese a la firma de los acuerdos de Wye Plantation, los colonos judíos presionan al Gobierno de Netanyahu con la creación de nuevos asentamientos

Desde el pasado 23 de octubre, cuando se firmó el Memorando de Wye Plantation, los colonos judíos, en su mayoría, enfervorizados nacionalistas, se han lanzado a la ampliación de los asentamientos ya existentes en Cisjordnia o a la ocupación de la tierras cercanas para construir otros nuevos. Desde ese día, y a medida que el repliegue se hacía inminente, los colonos han redoblado sus esfuerzos colocando contenedores, caravanas, tiendas de campaña y casas prefabricadas en al menos ocho colinas con la intención de que los palestinos no puedan recuperarlas. Bracha, Avnei Hefetz, Givat 7, Givat Hish, Givat Tarsha, Mitzpe Danni, Kedumim y la llamada Colina 759 son los lugares donde el fanatismo ha tratado de asentar un golpe mortal al proceso de paz.Los colonos fueron animados a la acción por el propio ministro de Exteriores y destacado halcón del Likud, Ariel Sharon, quien el pasado miércoles declaró: "Todo el mundo debe pasar a la acción. Debe correr. Debe tomar más colinas. Todo lo que cojamos será nuestro". Pese a haber respaldado los acuerdos de Wye, las palabras de Sharon supusieron una auténtica orden de ataque: los árabes no pasarán. Sólo unas horas después, y mientras el Parlamento israelí aprobaba el Memorando de Wye para el repliegue de Cisjordania, 80 colonos de Kedumim se ponían en marcha por los pedregales al amparo de la noche.

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Respaldada por jóvenes de los asentamientos de Yeruham y Or Etzion, Daniela Weiss, jefa del consejo de la colonia de Kedumim, organizó dos grupos que, con una disciplina cuasi militar, lograron esquivar a las fuerzas de seguridad israelíes que patrullan la zona. Dos horas de marcha por escarpados terrenos los llevaron a donde ni siquiera suben las cabras. Allí decidieron establecer dos nuevos asentamientos sin el permiso de las autoridades israelíes, que aún controlan la zona.

Shoshi Nor, uno de los participantes en la hazaña bélica, afirmaba ufano: "Tratamos de evitar que el enemigo tome la tierra". Sólo unas horas después, los soldados israelíes le hicieron bajar de la montaña junto a sus compañeros. Los pacifistas israelíes y los dirigentes palestinos se habían puesto también en marcha, ese mismo día, para dar la señal de alarma. El director del movimiento Paz Ahora, Mossi Raz, y el parlamentario del frente pacifista Meretz Dedi Zucker protestaron ante el Ministerio de Defensa. "Es incluso una violación muy grave de la ley israelí", señalaban en su petición para que el Ejército actuara.

Aunque en algunos casos se ha enfrentado a ellos, el Gobierno de Benjamín Netanyahu es el de los mismos colonos. Sin embargo, al sentirse traicionados, han anunciado que buscan a otro candidato "que no entregue la tierra de Israel". Algunos colonos ya han anunciado su intención de abandonar temporalmente sus asentamientos para ir a manifestarse contra esta política entreguista ante la casa del propio primer ministro.

La orden de repliegue le va a suponer a Netanyahu más de un quebradero de cabeza. La pérdida del apoyo de los partidos religiosos puede forzarle a una convocatoria anticipada de elecciones o incluso a buscar una coalición con los laboristas. De momento, los colonos van a mantener la presión para que la retirada de los territorios palestinos sea más formal que real. Antes de aprobar definitivamente el repliegue, Netanyahu sacó a concurso la construcción de las obras en Jabel Abu Gneim (Har Homa), una loma a tiro de piedra de la iglesia de la Natividad, de Belén, en la que decidió construir una colonia hace menos de dos años. Cuando se anunciaron las obras, a comienzos de 1997, el proceso de paz entró en vía muerta, y ahora, que empezaba a caminar, puede descarrilar de nuevo.

Además de este polémico asentamiento, el primer ministro israelí ha dado luz verde a otra obra para casas de judíos en pleno centro del barrio árabe de Ras el Amud, en el este de Jerusalén. Para terminar de herir susceptibilidades, Netanyahu ha expropiado decenas de hectáreas de tierras árabes con el fin de hacer carreteras de acceso para asentamientos que quedarán muy cerca de las zonas transferidas, en las que la Autoridad Palestina tendrá control absoluto, y en un último golpe ha anunciado planes para convertir en tierras del Estado de Israel el 10% de la superficie de Cisjordania, una tierra que los judíos religiosos llaman Judea y Samaria, pero que la legalidad internacional llama "territorios ocupados".

Desde su toma militar en 1967, los sucesivos gobiernos israelíes han ido asentando judíos en una tierra en la que los palestinos han vivido por generaciones. El último dato del Ministerio del Interior israelí, de julio de 1998, reconoce que en estas fortalezas protegidas por el Ejército viven casi 170.000 judíos. Con subvenciones, créditos blandos y precios más baratos que en las ciudades, se insta a residir en ellos a "los nuevos inmigrantes", en los que la necesidad económica prima a veces más que el sionismo. Otros acuden a ellos por convicción, porque quieren contribuir a la creación del Gran Israel.

El Gobierno de Netanyahu siempre ha justificado la ampliación por necesidades del "crecimiento natural", pero sus propios datos reflejan que el 25% de las casas construidas entre 1989 y 1992 nunca han sido ocupadas.

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