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Tipitapa, la Venecia de Nicaragua

A Tipitapa ya se la nombra, con un tono entre trágico y orgulloso, la Venecia de Nicaragua. En esta localidad, situada a 22 kilómetros al noreste de Managua, el lago Xolotlán, que también adopta el nombre de la capital, partió hace 15 días la carretera panamericana en dos, se apropió de las calles del municipio y penetró en las viviendas de buena parte de sus 20.000 habitantes. Según el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales, "Tititapa seguirá inundado por otros tres o cuatro meses", y eso "si deja de llover".El alcalde, Francisco Murillo Pichardo, informó el martes de que la inundación, que ha afectado a más de 600 familias, arrasó 400 viviendas y ha dejado inhabitables otras 100. Los antiguos dueños de estas casas viven ahora hacinados en escuelas e improvisados refugios donde la conjuntivitis, el cólera, los piojos y diversas enfermedades de la piel amenazan con apoderarse del aire que respiran. Muchos damnificados en refugios cercanos a la zona inundada consumen agua contaminada ante la falta de agua potable. Mientras las autoridades locales de Salud instan a la gente a que abandone algunos refugios, los afectados se niegan a moverse hasta no saber dónde van a ser ubicados.

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El río Tipitapa era, desde hacía más de 25 años, apenas un arroyo con leves crecidas en la época de lluvia. Los tiempos en que el lago Xolotlán y el lago Cocibolca se comunicaban a través del ancho cauce del Tipitapa habían sido olvidados, al parecer, por los nuevos pobladores, quienes construyeron sus viviendas en medio del antiguo cauce.Pero la fuerza destructora del huracán Mitch vino a recuperar trágicamente el recuerdo de aquellos tiempos olvidados y, a una velocidad de cien metros cúbicos por segundo, se llevó por delante las casas y la ruta panamericana. Esto último con la ayuda de los vecinos, quienes, viendo el agua crecer contra el dique de la carretera, decidieron partirla en dos.

En medio del desastre, la rotura del corredor panamericano - sepultado por los más de cien metros de ancho que en esa zona adquiere el renacido Tipitapa- muestra un irónico lado amable de la tragedia al traer cierta prosperidad al municipio. Durante estas dos semanas, El Diablo, el viejo puente peatonal de hierro, una obra de la primera mitad de siglo, ha servido de paso para todo el flujo de mercancías hacia el norte del país.

Mientras muchos tipitapeños desempleados se ofrecían como porteadores a los camioneros, quienes descargaban en una orilla para cruzar el cauce sin peligro y volver a cargar al otro lado, otros aprovechaban el movimiento de vehículos y personas para instalar sus chiringuitos de venta de pan con mantequilla, pollo frito, gaseosas, cigarros o golosinas y hasta surgían profesiones inéditas en la zona como la de barquero.

Desde el pasado jueves, un nuevo puente de 20 metros de largo y con capacidad para aguantar 80 toneladas atraviesa el casco urbano de Tipitapa. Construido en apenas diez días con más de cien trabajadores, se ha necesitado echar abajo varias casas para que los vehículos pesados puedan acercarse al nuevo paso a través de las estrechas calles del pueblo. Al parecer, mereció la pena el sacrificio: la comunicación con el norte del país se ha recuperado y Tipitapa encuentra nuevas formas de ingresos para soportar los difíciles tiempos que se avecinan.

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