Barajas y azar
La destitución fulminante del director del aeropuerto de Barajas, José Sedano, anunciada por el ministro de Transportes, Rafael Arias-Salgado, no es sino un triste reflejo de la caótica gestión del Gobierno y AENA, la empresa pública que administra los aeropuertos. La destitución es un modelo de inoportunidad. Cualquier momento era bueno para sustituir al director Sedano -responsable de la desorganización de los vuelos-, salvo el de la inauguración de la tercera pista en Barajas: el momento en el que se acumula más carga de trabajo, en el que existe el riesgo de mayor desorganización y en el que se deprecia la noticia fundamental, que es la apertura de la nueva zona de aterrizaje y despegue.La inoportunidad de Arias-Salgado ha conseguido desvincular la depuración de responsabilidades -el cese- de los errores cometidos -los retrasos, pérdidas masivas de maletas y hacinamiento de viajeros del verano pasado-, sin que se haya ganado en tranquilidad y sensación de eficacia. Y, si era necesaria la destitución, un requisito mínimo de elegancia era que el interesado fuera informado de su suerte, en lugar de enterarse de ella por los medios de comunicación.
El tiempo dirá si la apertura de la tercera pista resuelve los problemas de congestión de tráfico aéreo en el mayor aeropuerto de España. Los primeros pasos no han sido muy alentadores. En el primer día de funcionamiento de la mayor pista de Europa (casi cuatro kilómetros y medio de longitud y 60 metros de ancho), una caída de tensión en el sistema informático provocó retrasos en los vuelos de hasta dos horas y media y la puntualidad pasó del 75%, conseguida esforzadamente en días anteriores, al 47%. Todavía el sábado el retraso conjunto de salidas y entradas fue del 33%. Un resultado que se añade a otros síntomas de mala gestión de conjunto y que se manifiesta también, por ejemplo, en la incapacidad de Iberia para llegar a un acuerdo con los pilotos, en los bandazos sobre si la solución al caos aéreo era una tercera pista o un segundo aeropuerto en Madrid, o en el sistemático desprecio con que se trata al viajero, al que se le transporta con retraso y a quien se le pierden las maletas. Cuando los responsables políticos carecen de criterio, la probabilidad mayor es que sus subordinados, los gestores administrativos, acaben por equivocarse gravemente.
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