Las nuevas tecnologías entrañan riesgos para la seguridad y el buen funcionamiento democrático
Los asistentes al foro de EL PAÍS y "Le Monde" subrayan la pérdida de poder de los Estados
No todo son ventajas. Las nuevas tecnologías de telecomunicación entrañan también riesgos para la seguridad y la democracia, porque pueden convertirse en un arma en manos de las mafias e implican un trasvase de poder de los Estados a empresas o redes casi incontrolables y que no gozan de legitimidad democrática. Los peligros que comportan fueron debatidos ayer en el I Foro Internacional sobre Las nuevas dimensiones de la seguridad, organizado por EL PAÍS y Le Monde en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que contó con la presencia de numerosas personalidades españolas y extranjeras.
"La riqueza se generaba antes explotando los recursos naturales, y ahora se obtiene con recursos inmateriales y móviles", afirmó François Heisbourg, ex director del Instituto de Estudios Estratégicos de Londres. "Ahora no se lucha por el control de un territorio, sino de una red", subrayó.Juan Luis Cebrián, consejero delegado de EL PAÍS, lo dijo aún de forma más gráfica: "Antes, el hombre más rico del mundo era Rockefeller porque poseía petróleo; ahora lo es Bill Gates", el dueño de Microsoft, porque domina las tecnologías de la información, empezando por Internet.
En consecuencia, el poder se va trasvasando de las estructuras verticales que son los Estados hacia las horizontales que están en red. "La toma de decisiones es cada vez más horizontal y menos vertical", aseguró Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea. "Y esto tiene enormes implicaciones en muchos aspectos, incluido el de la seguridad", añadió Heisbourg.
Eric Israelewicz, editorialista de Le Monde, puso un ejemplo para ilustrar el desafío: "Estamos dejando de rodar por viejos caminos vecinales para adentrarnos por autopistas con cuatro vías, pero el código de circulación y los gendarmes que vigilan que los automovilistas lo respeten no han cambiado".
Los poderes públicos no son del todo conscientes de esta transformación. "La Administración, los parlamentos y la justicia no sirven para lo que ellos creen que sirven, porque gobiernan, legislan y juzgan sobre asuntos que muchas veces ya no son de su ámbito territorial", sostuvo Cebrián. "El poder se transfiere del Estado a la multinacional".
Otto Schily, el nuevo ministro alemán del Interior, aseguró que era consciente del problema: "Hace falta un mecanismo de vigilancia democrática. Los actuales sistemas de control no funcionan", reconoció. "Además, las nuevas tecnologías son nuevos flancos para ataques hostiles".
Esta vez fue Javier Solana, secretario general de la OTAN, quien puso un ejemplo: "La gran dependencia de las telecomunicaciones nos hace frágiles, y sabemos que con muy pocos esfuerzos se puede dejar a Nueva York incomunicada y aislada".
Para Europa hay un elemento añadido de vulnerabilidad, según Jesús Ceberio, director de EL PAÍS, y es su "dependencia tecnológica de EEUU". Ésta se ha mantenido, destacó Solana, a pesar de que, a diferencia de hace unos pocos años, ahora las tecnologías civiles van por delante de las militares.
Julián García Vargas, ex ministro de Defensa, achacó el avance norteamericano "al minifundismo industrial que existe en Europa". "El retraso es superable con esfuerzo económico y político", recalcó. Sus palabras fueron acogidas con cierto escepticismo.
"Los europeos sabemos construir buenos productos industriales como los aviones, pero no somos capaces de estimular la creatividad en red como en EEUU", replicó Heisbourg al ex ministro. "Prueba de ello es que en Silicon Valley [polo de desarrollo de alta tecnología en EEUU] hay 20.000 franceses trabajando y otros muchos europeos" que el Viejo Continente ha sido incapaz de retener.
El desfase tecnológico europeo es modesto comparado con el del Tercer Mundo. "El foso que separa al Norte del Sur es irrellenable", según García Vargas, y "basta para darse cuenta con echar un vistazo a la Administración de cualquier país de África".
Sólo un orador omitió hablar de la red. Fue Ricardo Díez Hochleitner, presidente del Club de Roma, que denunció "la guerra que el hombre ha emprendido contra la naturaleza". El huracán Mitch "no es un desastre natural, es producto del cambio climático provocado por el hombre".
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