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LA ESTRELLA CONVALECIENTE

La nostalgia cinematográfica

Guillermo Altares

Sophia Loren encarna los sueños en blanco y negro de varias generaciones y ella misma pasó su infancia en uno de los blancos y negros más profundos de este siglo: la II Guerra Mundial.Nacida el 20 de septiembre de 1934 (1932, según algunos maliciosos) en Roma, vivió la niñez en Nápoles. Sophia volvió a la capital italiana, tras ganar varios concursos de belleza, a finales de los cuarenta para convertirse en Sofía Lazzaro, un nuevo apellido con el que apenas consiguió pequeños papeles sin diálogo en los estudios Cinecittá. Poco después conoció a dos hombres que cambiaron su vida. Primero, al productor Carlo Ponti, su marido desde 1951, y que se inventó su verdadero nombre, Sophia Loren, y, posteriormente, al realizador Vittorio de Sica, con quien trabajó en 14 películas y que pulió el talento de una joven napolitana hasta convertirla en la maravillosa protagonista de filmes como Pan, amor y fantasía (1955) en la mejor época de la comedia italiana.

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Desde entonces, y hasta finales de los setenta, Loren fue una estrella, cuando esta palabra significaba un mundo inalcanzable de sueños y deseos. Aunque comenzó pronto a trabajar en el cine estadounidense, el gran salto se produjo en 1960, al protagonizar La Ciociara (Dos mujeres), filme de De Sica al que se incorporó después de que Ana Magnani se negara porque no quería encarnar a una joven violada. Gracias a aquella película, fue la primera actriz que ganó el Oscar por una interpretación no hablada en inglés -en 1991, la Academia le recompensó con otra estatuilla honorífica-.

Ha sido un cañón de vida en películas como Orgullo y pasión, El Cid, La caída del Imperio Romano o Arabesco; pero encontró su verdadera talla cuando trabajó junto a Marcelo Mastroianni en Matrimonio a la italiana, en Ayer, hoy y mañana y en Una jornada particular (1977), su última gran película.

Símbolo de una forma demasiado lineal de entender Italia -algo a lo que también ha jugado ella, con sus terroríficos anuncios de pasta y sus empalagosas fotografías de papel estucado junto a sus hijos-, Sophia Loren representa, sobre todo, la nostalgia cinematográfica.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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