Empresas, accionistas e interesados
El ultimátum que dio en su día Ford a los obreros de Almussafes (Valencia) me ha movido a la siguiente reflexión: ¿Es posible que a estas alturas de la historia haya grandes empresas que no reconozcan compromisos y obligaciones morales para con sus stakeholders? Sit venia verbo! (Permítanme usar el término). Stakeholder significa el interesado, la persona física o moral que tiene un interés, stake, en algo, aquí en una empresa. Las empresas tienen shareholders, los accionistas, que son los propietarios a cuyos intereses se debe dedicar la dirección más que a los suyos propios. Nadie duda de que la empresa -por lo que se debe entender los directivos y gerentes contratados por el consejo de administración en nombre de los accionistas- tiene una responsabilidad y compromiso para con los accionistas, responsabilidad que no siempre cumple bien, como por ejemplo, cuando los directivos se enriquecen a costa de los accionistas. Casos hemos visto no hace mucho en España, y en Chile hace todavía menos. La teoría económica analiza esta relación entre gerencia y propiedad por medio de la teoría de la agencia, que, entre otras cosas, versa sobre el diseño de incentivos eficaces, que suelen ser enormes emolumentos con participación en las ganancias y en la propiedad, para que los gerentes velen por los intereses de los accionistas como por los suyos propios.Pero las empresas, además de accionistas, que sin duda son los primeros interesados en que marchen bien, tienen otros stakeholders, aquéllos que dependen quizá de una manera más inmediata y vital de su buena marcha. Me refiero a todos aquéllos cuyas vidas profesionales, negocios, ingresos y la provisión de los medios de vida dependen directa o indirectamente de la vida y actividad de la empresa. Stakeholders son en primer lugar los empleados de la empresa y sus familias, las empresas que suministran materias primas, partes y componentes, las que suministran servicios (vigilancia, informática, catering, limpieza, etcétera), las comunidades y poblaciones en que se encuentras las empresas y de cuyas facilidades disfrutan a la vez que contribuyen a los gastos públicos. Estas personas, empresas subsidiarias, organizaciones y grupos humanos, ligados funcionalmente a la empresa, acaban formando con ella, después de una larga relación(*), una comunidad de intereses creadora de obligaciones y responsabilidades mutuas. Una gran empresa establecida en una localidad pequeña es como una providencia local para la que trabaja y de la que viven la mayor parte de la población. La empresa no puede ignorar esta situación.
No nos referimos aquí únicamente a las obligaciones que se desprenden de los contratos de empleo, suministro, compra de factores de producción, alquileres, licencias administrativas, etcétera, que se firmaron en su día, sino también a las obligaciones no contractuales que se derivan de la convivencia, de lamutua dependencia, de haber trabajado juntos en armonía y con éxito, y de haber generado expectativas de que esa colaboración, si las partes observaban las reglas del juego, podría continuar indefinidamente. Estas expectativas de continuidad han llevado a los stakeholders a realizar inversiones específicas a la relación, para hacer su contribución a ella más productiva. Pensemos, por ejemplo, en todas las inversiones que la Comunidad de Valencia ha realizado para facilitar los accesos, el transporte de coches, la expansión de la fábrica, la conservación del paisaje en Almussafes.
Esto se ha hecho sin contrato, como una manifestación de la voluntad de continuar y cuidar la relación por parte de algunos stakeholders. En definitiva, se ha invertido demasiado en la relación como para que, llegado un momento de crisis, se amenace con romperla, como si se desconocieran estas obligaciones no contractuales, pero humanas y sociales, que se han generado.
La cuestión de la ética de las empresas, que se debate en todas las escuelas de negocios, empezaron por la de Harvard, por aquello de que "la ética paga", versa en primer lugar sobre la responsabilidad de las empresas para con todos los que tienen intereses económicos y vitales en su funcionamiento y bienestar. Son obligaciones no sólo para con los shareholders, que son obligaciones de justicia conmutativa, sino también para con los stakeholders, que son obligaciones de justicia social. La corriente ética lo afirma enérgicamente, la corriente pragmática o cínica, insiste en que la primera y más importante obligación de la empresa es sobrevivir, lo que de hecho puede favorecer a algunos stakeholders, como los accionistas y directivos, en perjuicio de otros. Cada vez más las empresas se apuntan a la corriente ética y reconocen, dentro de los límites -más o menos razonables- que marca la competencia, sus responsabilidades y obligaciones, específicas y diversas, sin duda, hacia el conjunto de stakeholders.
Por eso me extraña la actitud de la Ford España, a quien creí orientada desde los tiempos de sus fundadores hacia la corriente ética. Si una empresa ha estado durante más de 20 años dando trabajo, negocios y medios de existencia a varias comunidades y a un colectivo de unas 30.000 personas, se ha generado un compromiso moral con ellos y no se puede cortar los lazos de dependencia por una disputa con los sindicatos, un proceso de negociación, que es parte de la dinámica de la empresa y para la cual los directivos tienen que estar preparados. La ética empresarial es compatible con el uso de medios apropiados para tomar posiciones negociadoras favorables a la propuesta de los directivos; nadie se queja de eso. Pero no es ético emplear medios que afectan a lo esencial de su relación con los stakeholders, relación que se rompería con unos enormes costos personales y sociales, si la empresa hubiera decidido irse de su actual emplazamiento o traspasara gran parte de su producción a otras fábricas.
Se dirá que, si la empresa reconoce sus obligaciones con todos los stakeholders, los sindicatos negocian con ventaja, porque saben que la empresa está "detenida" o capturada como rehén de los sindicatos. En una relación correcta las dos partes tienen obligaciones que respetar y cesiones que hacer. A la responsabilidad de los líderes sindicales corresponde no acorralar a la empresa, no crearla una situación tal que su última y desesperada salida sea liarse la manta a la cabeza y salir corriendo. En otras partes ya lo han hecho, ética o no.
* Que por ambas partes se entiende como de alguna manera vinculante.
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