Un autor rabelesiano
"Confieso que he bebido y hasta vivido más que Neruda y Hemingway juntos", escribe Alfredo Bryce Echenique en su libro de memorias Permiso para vivir. La frase citada juega con el título de las memorias nerudianas y, en algún sentido, condensa su tono dominante. No es difícil enlazar el personaje que surge de ese libro memorial con otros títulos de ficción pura, como La vida exagerada de Martín Romaña y su continuación, El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz. Tales referencias conducen a un punto inequívoco: la condición unitaria de este mundo, que no ofrece solución de continuidad desde su primera y celebrada expresión, Un mundo para Julius, hasta este Reo de nocturnidad con el que su autor ha obtenido el Nacional de Narrativa, que ha premiado esa novela y, además e inevitablemente, toda una trayectoria que jalonan otras seis novelas, tres libros de cuentos y el ya invocado volumen memorial.El desenfado, la ironía, el humor a veces hilarante, que despliega las técnicas satíricas más agudas, en cuyo ejercicio el narrador rabelesiano que es Bryce se deleita de modo ostensible vertebran y modulan este universo narrativo. Que Rabelais, Cervantes, Sterne y Quevedo figuren entre sus 10 autores directos, en modo alguno ha de sorprender. Materia fundamental de esta obra ha sido la vida de la alta burguesía limeña, de la que procede el autor. Por eso resulta congruente que veintitantos años después de Un mundo para Julius volviera sobre su educación sentimental en No me esperen en abril, brillante crónica peruana que tiene por centro a un tiburón financiero y donde el escritor ajusta las cuentas al mundo de su infancia y primera juventud y a la compleja realidad de su Perú originario. Julius y Monongo Sterne, el protagonista de No me esperen..., son primos hermanos.
Lo trágico
Lo trágico ha nutrido más de una vez a Alfredo Bryce -recuérdese su relato Muerte de Sevilla en Madrid-, por más que haya podido velarlo su irremediable humorismo. Reo de nocturnidad, la novela ahora premiada, responde en buena medida a esta poética, aunque lo trágico no llegue a consumarse por completo. Pero los elementos que integran la trama novelesca son nítidos sobre el particular: la pasión amorosa no correspondida de un profesor de literatura comparada por una modelo italiana, desencadena en él una dolorosa crisis de insomnio, que casi lo lleva a perder el sentido de las cosas. Sin abdicar de sus recursos humorísticos, narra Bryce una fábula sombría, donde la distorsión que operan aquéllos se conjuga con la creciente irrealidad que el texto segrega. La descripción del terrible insomnio pone en pie un mundo de pesadilla, donde la hilaridad rabelesiana del autor sirve para presentar un universo descoyuntado, poblado de seres de dudosa entidad. Es, sin duda, el más amargo de sus libros.
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