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CERCO AL EX DICTADOR

Rabia y alegría a las puertas de la clínica

Partidarios y detractores del ex general se enfrentan en Londres tras la decisión de la justicia inglesa

Emocionados hasta las lágrimas por "el triunfo de la justicia", los familiares y amigos del ex dictador chileno Augusto Pinochet trazaban anoche planes para hacerlo desaparecer de la London Clinic y transferirlo con el máximo sigilo a otro punto de Londres.Con el decreto de libertad bajo fianza casi en el bolsillo, Pinochet podía anoche soñar en concluir su accidentada estancia en el Reino Unido en una residencia más cómoda y ciertamente más discreta que la clínica de Marylebone donde permanece detenido por agentes de Scotland Yard y asediado por opositores viejos y jóvenes que quieren verlo detrás de unos barrotes.

Los amigos de Pinochet han hallado en estos días aliados inesperados: los pacientes y administradores de la clínica que están cansados del alboroto tanto en la entrada principal de Devonshire Place como en la puerta trasera de Harley Street.

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Si bien dentro del hospital se palpaba el alivio por la inminente partida de Pinochet -la evolución de su estado de salud era tan buena que podía ser dado de alta hoy mismo, según fuentes bien informadas-, afuera, en la calle, lo que había era furia. Minutos después de conocerse la noticia de que la Tribunal Superior de Justicia reconocía la inmunidad diplomática de Pinochet abriéndole así por primera vez una salida del mismo país donde un ministro clave, Peter Mandelson, lo había llamado un "brutal dictador", los chilenos en el exilio y sus hijos estaban desolados. Primero derramaron lágrimas. "Es increíble", se lamentaba un muchacho de 18 años, moviendo tristemente la cabeza.

"No hay justicia, no hay justicia", proclamaba Sergio Lagos,un trabajador metalúrgico de 65 años cuyos dos hijos desaparecieron poco después del golpe de 1973. A varios metros de ellos, un cuarentón inglés daba alaridos cada vez que alguien entraba en la clínica. "Díganles a los médicos que maten a ese bastardo asesino", fue una de las cosas más suaves que gritó. La policía intentó varias veces moderarlo, pero el hombre, que se convirtió en la pesadilla de la administración del hospital, no se rindió ni siquiera por un instante. "¡Fuera de mi país, maldito dictador!", coreaba ya con voz ronca.

Pero lo que le dejó momentáneamente mudo y lívido de ira, como a muchos de los 40 manifestantes apostados frente a la entrada principal, fue la desafiante reacción de Lucía Pinochet, la bien peinada y bien trajeada hija del general. Poco después de llegar al hospital con su madre, que también se lama Lucía, se dio la vuelta para enfrentarse fugazmente al grupo de hombres y mujeres de todas las edades que habían comenzado a llamarla "asesina, asesina". No le importó que los fotógrafos la vieran. Por un instante se le vio exultante. Levantó el brazo derecho, levantó un dedo con nítida intención ofensiva hacia todos los que se encontraba en la otra acera de Devonshire Place y desapareció en el interior del hospital.

Su actitud desafiante debió animar a los senadores chilenos que cruzaron impasibles la barrera de hostilidad cuando entraron y salieron de la clínica. Se les veía contentos. Caminaban con aplomo, sordos a los coros de "¿dónde están los desaparecidos?, ¿cuánto les han pagado?".

Sobre el estado anímico del general se sabía muy poco. Un parlamentario dijo que estaba sereno, pero sin hacerse muchas ilusiones. Otro legislador pinochetista, Francisco Prats, se mostraba radiante, más tarde, en la relativa tranquilidad de la embajada chilena, no lejos de la clínica. "Vemos la luz al final del túnel", dijo elevando los ojos al techo.

"La experiencia", dijo, "ha sido una catarsis para todo el pueblo chileno. Está visto que somos capaces de superar los odios. Dentro de Chile he visto un cambio político fundamental", dijo al afirmar que hoy todo Chile está unido en torno a Pinochet. "Dios escribe con letra inclinada", dijo. O sea, "¿no hay mal que por bien no venga?", se le preguntó. "Exactamente", repuso antes de fundirse en abrazos con colegas y correligionarios.

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