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Crítica:TEATRO: "EL CARTERO DE NERUDA"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Neruda, Allende, Pinochet

Lo que está pasando con Pinochet estos días ilumina con luz más cruda esta comedia del chileno Antonio Skarmeta, que en principio llevaba el título de Ardiente paciencia, tomado del poema de Rimbaud que citó Neruda al recibir el Premio Nobel: "Sólo con ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad, que dará luz, justicia y dignidad...".La paciencia no puede terminar nunca. Llevada dos veces al cine esta obra, tuvo una difusión mundial con nombres en que relacionaban a Neruda, en su casa de Isla Negra, y el joven, el ingenuo cartero que le llevaba la correspondencia. El inocente está retratado con mano maestra: su fe en la poesía, su amor nuevo, su despertar al mundo de la lucha por la libertad. El actor, Txexu, acierta teatralmente, dentro del arte de la simulación, en ese personaje. Menos cuidado está el personaje de Neruda, demasiado paternalista, condescendiente. Cierto que el carácter histórico, dotado de toda clase de bondades, da siempre una cierta debilidad escénica.

El cartero de Neruda

El cartero de Neruda (Ardiente Paciencia), de Antonio Skarmeta. Intérpretes: Xegundo Altolaguierre Txetxu, Ramón Castro, Justi Larrañaga, Katrin Schlegel, Patxi Ugalde, David Pinilla. Escenografía: Carlos Panera y José Ibarrola. Dirección: Carlos Panera. Teatro Infanta Isabel.

No importa. Está hecha para un público juvenil -eso supongo, después de verla- y lo tuvo en la representación a la que asistí -el miércoles por la tarde- y se entusiasmó, y rió y aplaudió y se identificó con los tipos, y con la historia.

Ya se ve, por ella, que la larga paciencia, y ardiente, no tiene razones de acabar. La acción recoge el tiempo que pasa Neruda en su famosa casa de Isla Negra, desde las vísperas electorales en las que el partido comunista le propone como candidato a las elecciones presidenciales de Chile, puesto que cede al socialista Salvador Allende para hacer la unidad popular; la elección, el cambio del país, el sabotaje de la democracia cristiana... Neruda va a París como embajador, recibe el Premio Nobel, pero vuelve, ya enfermo terminal, a la casa del mar: es allí donde sucede el golpe de Pinochet, y los crímenes y el desastre del país arrasado por sus militares. El paso histórico está dado por algunas proyecciones, por datos de la conversación: por la angustia y el miedo que brotan, al final, con el poder en manos de los asesinos.

Cómplices

Representada en Madrid en torno a la polémica por la detención y posible juicio de Pinochet, acusado de genocidio, tiene no sólo el valor de evocar el largo y sangriento suceso, sino el de resaltar las inquietantes posiciones chilenas o españolas, o inglesas -Thatcher, los conservadores- que se niegan a la persecución del criminal: lo grave es que no les veo -o yo no los veo- apaciguadores o partidarios de un saldo, sino verdaderos cómplices del viejo fascismo: que nunca muere.No había duda de en qué posición estaba el público madrileño: ya el hecho de seleccionar esta obra en la cartelera indica una predisposición; y una solidaridad al nombre de Pablo Neruda, y una percepción de la actualidad. Los aplausos se prolongaron: de gratitud a quienes habían realizado la representación, y de solidaridad con las ideas expresadas.

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