La protesta estudiantil francesa fuerza al Gobierno a acelerar la reforma de los liceos
5.000 policías controlaron la manifestación de París, que acabó con 300 detenciones
La protesta de los estudiantes de secundaria en Francia ha entrado en fase de declive (300.000 manifestantes ayer, frente a los 500.000 del pasado jueves), pero ello no ha impedido que los alumnos consigan buena parte de sus reivindicaciones. El ministro de Educación, Claude Allègre, presentará hoy, a los estudiantes antes que a la Asamblea Francesa, el programa de su proyectada reforma de la secundaria. La descongestión de la burocracia, la mejora de las instalaciones y la contratación de vigilantes y personal no docente, figuran entre las medidas previstas.
El estrecho margen de maniobra que concede un presupuesto que en los últimos 10 años ha pasado de 199.900 millones de francos a 297.700 (de 5 a 7,5 billones de pesetas) ha llevado al ministro a reclamar la participación de los Consejos Regionales en un fondo de 100.000 a 125.000 millones de pesetas destinado a renovar aquellos centros cuya situación desmiente la proclamada igualdad republicana. Pese a que la convocatoria de ayer contaba con el refuerzo de varios sindicatos de profesores y la adhesión teórica de asociaciones de padres, la nueva "jornada nacional de acción" en las capitales francesas estuvo lejos de reunir al medio millón de manifestantes del pasado jueves. Según la policía, nada proclive a los regalos en cuestión de cifras, el número de manifestantes fue de unas 300.000, 25.000 de ellos en París.
Los destrozos, incendios y pillajes protagonizados el jueves por las cuadrillas de jóvenes violentos procedentes en su mayor parte de los barrios más marginados y la propia división del movimiento estudiantil, que ha creado hasta ahora un total de cinco coordinadoras, explican el declive de la movilización mucho más que la expectación suscitada por las buenas palabras del ministro.
Penas de prisión
Muchos alumnos renunciaron ayer a manifestarse ante el temor, bien fundado, de que la violencia volviera a irrumpir en las marchas. Ni las duras condenas a los detenidos el jueves, que van de 4 a 10 meses de prisión firme, ni el extraordinario despliegue policial evitaron ayer que los casseurs (rompedores) volvieran a actuar en la cabeza de la manifestación que discurrió por el centro de la capital. Los controles policiales instalados en las estaciones, la retirada de todos los vehículos aparcados en las calles del recorrido, la presencia de los 5.000 antidisturbios -uno por cada cinco manifestantes, según el recuento policial- y el cierre de la totalidad de los comercios, impidieron que se reprodujeran los desmanes y los pillajes, aunque algunos escaparates del boulevard Saint Germain saltaron hechos añicos.
A la vista de los agentes desplegados en todas las bocacalles, los jóvenes reventadores se aplicaron a la tarea de bombardear con piedras de buen tamaño y botellas, las cabezas de los sufridos profesores y del personal no docente que formaban el servicio de orden creado por los sindicatos de la enseñanza. Con la ayuda ocasional de estos últimos, los policías de paisano arrestaron a 300 alborotadores.
Víctima del efecto que él mismo ha contribuido a crear, el ministro Allègre, amigo personal de Lionel Jospin, está lejos de contemporizar con los problemas de lo que él ha llamado el ministerio Mamut y ha puesto el dedo en las llagas con un lenguaje descarnado y provocador.
Ante los sindicatos de profesores que reclaman el aumento de efectivos, Claude Allègre ha subrayado la paradoja de la existencia de clases de 40 alumnos en una secundaria que cuenta con un profesor por cada diez estudiantes. Además de poner el grito en el cielo ante la acusación de absentismo, los sindicatos atribuyen parte del problema a las numerosas materias optativas. Es ahí y en la mejora en la gestión administrativa donde el ministro debe arbitrar hoy una salida.
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