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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apertura marroquí

LA LIBERACIÓN de 28 presos políticos, casi todos ellos islamistas, por parte del Gobierno marroquí es una buena señal de apertura del régimen, que ha entrado en lo que parece una transición controlada. Pero para ganar credibilidad democrática, y desde luego para "liquidar definitivamente el contencioso de los derechos humanos" en seis meses, como pretende el rey Hassan II, Marruecos debe ir más a fondo en este proceso de depuración de los puntos oscuros de su pasado y de su presente. Limpiarlos no es fácil para un régimen que proviene del autoritarismo, y de ello sabemos bastante los españoles. Sin embargo, una vez tomada esta senda, debe recorrerse hasta sus últimas consecuencias.Las autoridades sólo reconocen que quedaban otros 20 presos políticos, autores de delitos de derecho común, ya sean asesinatos o sabotajes. Amnistía Internacional, por su parte, afirma que quedan 52 más en las cárceles marroquíes, que deberían ser puestos en libertad. Del mismo modo, en un gesto constructivo pero incompleto, el Gobierno que preside el socialista Abderramán Yusufi ha reconocido la muerte de 55 personas que figuraban como desaparecidas. Bien está, aunque la tardanza en revelar sus nombres a los familiares sea inexcusable. Resulta, sin embargo, extraño que en esta lista no figure ningún saharaui, cuando Amnistía Internacional tiene contabilizados 488 ciudadanos que habrían desaparecido en las prisiones marroquíes. El Gobierno debe aclarar todos estos términos y poner remedio a los casos pendientes.

En lo que se puede considerar un paso más en la incipiente libertad de expresión, al menos ahora se habla abiertamente en Marruecos de la situación de los derechos humanos, de los presos políticos y de los desaparecidos, frente al mutismo anterior impuesto por la censura. Tal avance parece un empeño personal del rey, junto con el Gobierno surgido de la alternancia limitada que se ha producido tras la últimas elecciones del vecino país. Ahora se trata de demostrar que no hay vuelta atrás. Consolidar estos progresos no sólo facilitaría un cambio pacífico y estable en Marruecos que interesa especialmente a España, sino que ese país podría convertirse en espejo de buena parte del mundo árabe, y en particular de la movida ribera sur del Mediterráneo. Tal empeño requiere un apoyo decidido por parte de la Unión Europea y de sus Estados miembros.

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