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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Madrid y Estocolmo

El pasado 6 de octubre el señor López Arceo abogaba por una mayor presencia del idioma inglés entre los ciudadanos de Madrid -particularmente entre aquellos que prestan algún tipo de servicio público-, con el fin de evitar que "el tren de Europa se aleje de Madrid".En la carta del señor López se comparaba la situación de Madrid con la de Estocolmo, ciudad cuyos habitantes, al parecer, sí que disfrutan de la ventaja de dominar "una lengua tan universal". Sin perjuicio de la consideración y respeto que tengo hacia la lengua de William Shakespeare, debo decir lo siguiente:

1. El actual predominio del inglés y su papel como "lengua universal" es una consecuencia del darwinismo lingüístico que ha regido desde siempre las relaciones entre los pueblos, que tiende a dar un papel hegemónico a la lengua de la potencia dominante en cada momento histórico.

Esto da una injusta ventaja, dentro del plano de la comunicación internacional, a los hablantes de esa lengua hegemónica. Un sistema de comunicación que favorece a algunas personas de por vida, mientras exige que otras inviertan años de esfuerzo para alcanzar un nivel inferior de capacidad comunicativa, es fundamentalmente antidemocrático.

2. Como consecuencia de lo anterior, y de no corregir esta tendencia, nadie nos garantiza que en un futuro -no demasiado lejano- no se nos imponga como "lengua universal" el chino o el japonés, infinitamente más difíciles de aprender para un madrileño que el inglés.

3. En resumen, actitudes como la del señor López, aunque bienintencionadas no demasiado críticas hacia el status quo lingüístico actual, lo que hacen dar estabilidad a la posición hegemónica de la lengua dominante del momento, en perjuicio de nuestra(s) propia(s) lengua(s) y de nuestra dignidad cultural. Aprendan, por tanto, los madrileños inglés, francés o suajili, pero por placer cultural y deseo de contacto con otras gentes, no por imposición desde una abusiva hegemonía lingüística. Y despiértese entre nosotros el espíritu crítico necesario para no aceptar dócilmente esta situación y para exigir de nuestros políticos el desarrollo de un sistema de comunicación internacional más justo y democrático.-

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