El naufragio de 1913, el último gran drama ocurrido en el lago

En la mente de los bañolenses de más edad resurgió ayer la tragedia bautizada como la Catástrofe del 26 de mayo de 1913. En aquella fecha naufragó una pequeña embarcación a motor sobrecargada. Diez de los trece pasajeros murieron engullidos por las aguas del lago. Los trabajos de búsqueda de los cadáveres fueron inútiles y sólo después de algunos meses, las profundidades del lago escupieron algunos de los cuerpos desmembrados. El acontecimiento no hizo más que alimentar la desconfianza de muchos habitantes de Banyoles hacia su estany. En la imaginería popular, el origen del lago, sus periódicos desbordamientos y sus remolinos internos tienen su explicación en la picardía de lascivas hadas (las legendarias Alojes), o en la voracidad de un dragón que se alimentaba de carne humana y que únicamente la fe de un santo logró amansar.El misterio que a los ojos de los bañolenses escondía el lago se desvaneció con la transformación a la que se sometió todo el entorno lacustre con ocasión de los Juegos Olímpicos de 1992. Las aguas tranquilas del lago y sus moderadas dimensiones -9.125 metros de perímetro, con una característica forma de ocho, y 5.000 metros cuadrados de superficie- lo hacían idóneo para la celebración de las pruebas de remo. El acontecimiento olímpico difundió el nombre del lago de Banyoles por todo el mundo y ello contribuyó a que los habitantes de la ciudad empezaran a ver su estany con otros ojos. La riberas del lago y sus aguas empezaron a ser tomadas por millares de deportistas, lo que obligó al Ayuntamiento de Banyoles a delimitar las actividades practicables mediante un "plan de usos".

Años antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, el nombre de Banyoles traspasó fronteras a raíz del secuestro de Pedro Abreu, el primero perpetrado por la banda terrorista ETA. Nacido en San Sebastián, impulsó la práctica del remo en Banyoles pagando de su bolsillo instalaciones, dietas, vestimenta e incluso estudios a los remeros.