Kohl abandona la presidencia de la CDU
Helmut Kohl aceptó ayer el fracaso electoral de la CDU/CSU, anunció que asumía plenamente la responsabilidad personal por los malos resultados obtenidos y confirmó que abandonará la presidencia del partido, a cuyo frente ha estado más de 25 años. "La derrota es indiscutible. Por supuesto que he sacado conclusiones para mí", dijo el canciller tras tragar saliva y pasarse la lengua por los labios. "Pido a la dirección del partido que, con vistas al congreso que se celebrará pronto, no cuente conmigo para ser reelegido como presidente", manifestó un sombrío Kohl.
El canciller apareció en la sede de la CDU a las siete de la tarde acompañado de un grupo de ministros y de su esposa, Hannelore. El lenguaje corporal de Kohl, que tanto han estudiado durante estos años los observadores, reflejaba un alto grado de nerviosismo. Pero también es cierto que, aunque se pasara la lengua por los labios, como hace cuando se siente incómodo, un gran peso parecía haber desaparecido de su rostro, y su ceño ya no estaba fruncido.Kohl conserva su escaño de diputado del Bundestag (Parlamento Federal) gracias a la lista de partido, pero perdió ayer el mandato directo de diputado por un distrito de Ludwigshafen, su ciudad natal en el land de Renania-Palatinado. El mandato, que Kohl había defendido durante ocho años en un distrito de tradición socialdemócrata, fue a parar a la candidata del SPD Doris Barnett. Anoche, Kohl, su esposa y su equipo de colaboradores más cercanos se reunieron en la residencia oficial del canciller en Bonn, para evaluar la situación.
La amargura de la derrota en la sede de la Unión Cristiana Democrática (CDU) fue ayer más intensa ayer que el placer de la victoria en la sede del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), y se dejó sentir cuando aún faltaban 45 minutos para que cerraran las urnas a las seis de la tarde. A esa hora los resultados de las encuestas a pie de urna, todavía no públicos, comenzaron a circular en voz baja, como una sacudida, entre los políticos, los funcionarios, los periodistas y diplomáticos que llenaban a rebosar la Konrad Adenauer Haus, sede de la Democracia Cristiana en Bonn.
Mientras el SPD había esperado los resultados de los comicios en la calle, con una orquesta y bocadillos de embutido, en el interior de la Konrad Adenauer Haus los invitados, sin ningún acompañamiento musical y con una atmósfera bastante cargada, se servían los apetitosos manjares y los vinos de Renania-Palatinado con que les obsequiaba el partido.
"Es mucho peor de lo que que la gente se imagina y peor de lo que nosotros habíamos imaginado. Nunca pensamos que pudieramos bajar del 38%. Quisiera desaparecer", afirmaba un alto funcionario de la CDU en un pequeño círculo de responsables democristianos, todos ellos enterados de la gravedad de la situación, cuando todavía no habían dado las seis.
"Si Kohl hubiera querido, habríamos podido ganar, teníamos esa oportunidad. Las consecuencias serán ahora muy graves", exclamaba, mientras se secaba el sudor, un dirigente de las juventudes democrata-cristianas, uno de los jóvenes salvajes que habían pedido a Kohl que no se presentara a las elecciones y delegara en el jefe del grupo parlamentario CDU/CSU, Wolfgang Schäuble. A las 18.10, el secretario general de la CDU y estratega de la campaña, el pastor protestante Peter Hintze, se refirió a una "amarga derrota". "No hemos conseguido convencer de nuestra política de reformas ante las dulces promesas del adversario", reconoció Hintze, el inventor de las campañas de los "calcetines rojos" y de las "manos rojas", para denunciar un posible entendimiento entre el SPD y el PDS (los excomunistas de la antigua RDA).
Por la mañana Kohl acudió a misa, como todos los domingos, en su casa de Ludwigshafen. Su rival, Gerhard Schröder, comió en un restaurante en compañía de su esposa, Doris Knopf, y luego viajó en avión desde Hannover a Bonn. Hasta que no se supieron los resultados, estuvo paseando nerviosamente en mangas de camisa por un pasillo.
Las televisiones alemanas revelaron en qué medida se hallaban desgarradas entre el símbolo de una época que se acababa y el depositario de las esperanzas de cambio. Como ambos hablaban simultáneamente, las cámaras dejaron a Kohl con la palabra en la boca y se pasaron a Schröder.
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