Los restos de las víctimas y del fuselaje quedaron diseminados por tres colinas próximas a Melilla
Desde el avión, las montañas escarpadas que rodean el cabo marroquí de Tres Forcas no parecen tan siniestras. El día está despejado. La neblina que cubría las cumbres a primera hora de la mañana de ayer, fenómeno al que algunos atribuyen la catástrofe aérea que ha costado la vida a 38 personas, se ha disipado y deja ver un paisaje de monte pelado.En la ladera de una de esas montañas, donde el único rastro humano visible son algunas kabilas [aldeas] marroquíes diseminadas y edificadas de cualquier manera, los operativos de rescate militares se afanan en recoger trozos de cuerpos. Van provistos de mantas y grandes sacos de plástico negro. No ha habido supervivientes. No quedan ni cuerpos enteros. "La ladera de la montaña está sembrada de brazos y piernas", aunque hay restos del aparato y de las víctimas diseminados por tres colinas próximas al cabo Tres Forcas. La gente que colabora en las tareas de búsqueda emerge de la montaña con el rostro desencajado. A los voluntarios de la Cruz Roja ni los han dejado participar en la recogida.
No es un rescate fácil. A la dificultad natural de tener que recoger los restos de un avión y de un pasaje desintegrados a lo largo de la montaña hay que añadir la de que el aparato se precipitó sobre territorio marroquí.
Las primeras ambulancias españolas tardaron más de media hora en poder cruzar la frontera. El acceso por las pistas forestales marroquíes hasta el lugar lleva más de una hora, y eso que la distancia desde Melilla es de apenas 9 millas (unos 16 kilómetros).
Los primeros en llegar al lugar de la tragedia fueron los habitantes de los míseros poblados de las montañas. "Han saqueado el avión. Han saqueado los muertos. Se han llevado todo lo que han podido antes de que acordonaran la zona", llora un familiar, mientras espera en la lonja del puerto de Melilla a que lo llamen para reconocer a su cuñado. "De todas formas, ya es lo mismo", añade.
Consulta médica
Ramón, que es como se llama el familiar, se enteró de la catástrofe mientras esperaba en el aeropuerto de Melilla la llegada de su cuñado, un comandante de Infantería [Juan Prada Bonilla] que había ido a Málaga para infiltrarse la rodilla. Casi todo el pasaje viajaba por motivos similares. La gente de Melilla suele ir a Málaga al médico, o de compras, o para estudiar, como la hija de José, que volvía de pasar los exámenes de septiembre de la universidad. Por eso nadie se explica cómo ha irrumpido la tragedia en un hecho tan cotidiano."Mi mujer había ido a Málaga para tratarse un cáncer, y ya ve", se desespera un anciano menudo con un ojo velado por una catarata. Y llora. Todos lloran, en silencio o a voces, solos o abrazados. La única noticia que les han dado a los familiares es que los cuerpos van a ir llegando a la lonja del puerto. A las tres y media de la tarde llegan las cuatro primeras bolsas. Muchos se precipitan hacia los agentes de policía y de la Guardia Civil que acordonan el lugar, se pegan a los corrillos de periodistas cuando habla alguna autoridad. Preguntan. Comentan. Les han dicho que la espera va a ser larga, pero no saben más.
En el pequeño bar que hay junto a la lonja, y que ha agotado todas sus existencias a lo largo del día, la televisión escupe imágenes del avión destrozado. El resto más grande del fuselaje no es mayor que un turismo. Acaba el informativo y el camarero conecta uno de esos programas de testimonio. La presentadora dice que tratarán de ofrecer información puntual de la catástrofe. Los familiares la miran con indiferencia, metidos en lo suyo. "Información. Eso es lo que nos gustaría tener a nosotros", masculla una joven. Pero la espera es interminable. Melilla no estaba preparada para un revés como éste. "Es la primera vez que se cae un avión de estos", cuenta un policía. Han tenido que enviar unidades de la policía científica desde Madrid, Sevilla y Málaga para colaborar en la recuperación de los cuerpos y en las tareas de identificación. El único forense de Melilla no da abasto para hacer el trabajo.
También se espera la llegada de autoridades. El primero en acercarse a saludar a los familiares fue el alcalde-presidente de Melilla, Enrique Palacios. "Estamos esperando a la ministra de Justicia, Margarita Mariscal de Gante, y al ministro de Trabajo, Javier Arenas", dice. "Hombre, a ver si por lo menos nos cuentan algo", le espeta un hombre de unos 40 años. Su mujer murió en el avión.
Mariscal de Gante y Arenas informaron comparecieron ayer tarde en rueda de prensa para informar de que ya se ha formado una comisión mixta hispano-marroquí para la investigación aeronáutica del accidente, que hay 10 forenses y un equipo de policía científica realizando las tareas de identificación de las víctimas, y que entre éstas hay cuatro ciudadanos marroquíes. Pero los ministros no dicen nada de las causas de la tragedia.
Uno de los primeros en sobrevolar la zona fue el director de la Policía, Juan Cotino. Llegó a la lonja conmovido: "Se ve un rastro de unos 40 metros que ha dejado el aparato al intentar aterrizar y después sólo trozos de metal y de cuerpos desperdigados".
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