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Los '007' de Fidel

El FBI desarticula una célula de espionaje cubano en Miami

La sospecha corre por Miami como el café cubano. En el restaurante-café Versalles de la calle ocho, el enclave social de la capital del exilio, ya no se habla de Clinton y Lewinsky; ahora se hacen apuestas sobre cuántos más y quiénes son los agentes de Fidel Castro. "Estos que han cogido no son ni la centésima parte, Castro tiene agentes comunistas en todo Miami", comenta Orlando Rodríguez-Silva, satisfecho porque por primera vez en 40 años el Gobierno estadounidense ha desmantelado una presunta red de espías de La Habana. Otros, como el exagente de la CIA Gustavo Villoldo, o José Basulto, presidente de Hermanos al Rescate, están convencidos de que el FBI tiene localizadas a otras células de espionaje cubano más peligrosas, que no ha capturado.A comienzos de la pasada semana, los 10 acusados por la fiscalía federal de espiar y conspirar contra la seguridad nacional de EEUU comparecieron ante el juez Barry Gerber vestidos con camisas de manga corta y sandalias. Pero excepto por la indumentaria y el escaso presupuesto con que operaban, la historia tiene todos los elementos para una novela de John Le Carré. Planes de sabotaje a aviones y aeropuertos. Información detallada sobre altos mandos del Comando Sur de las Fuerzas Armadas. Mapas y descripciones de la base naval de Boca Chica en Key West (a 90 millas de Cuba) y de la base aérea MacDill en Tampa. Al menos parte de esa información, transmitida a Cuba desde 1994, la ha rescatado el FBI en los ordenadores, disquetes y registros de comunicaciones que confiscó la madrugada del 12 de septiembre en los domicilios de los presuntos espías, según el informe del caso al que ha tenido acceso EL PAÍS.

En dichos documentos, la fiscalía describe cómo los ocho hombres y dos mujeres operaban desde modestos apartamentos en el área de Miami manteniendo una actitud discreta, seis de ellos como padres de familia. Ajenos a la vigilancia del FBI, durante años se comunicaron entre sí o con el Gobierno de Cuba, del que recibieron órdenes de infiltrar los principales grupos de exiliados, "para provocar choques entre ellos".

Las grabaciones incluidas en la investigación muestran unos espías sin excesivas precauciones. A veces se lamentaban por teléfono de que La Habana no les mandaba dinero suficiente ni para el alquiler. O intercambiaron paquetes sin discreción. Y los jefes almacenaban toda la información en sus casas; uno de ellos incluso perdió su ordenador en un hotel. Otro se convirtió en informador del FBI; le detectaron porque los datos sobre narcotráfico que pasaba eran falsos.

El cerebro de la red, Manuel Viramontes, Giro, es un capitán del Ejército cubano. Sus dos lugartenientes, Luis Medina, Oso, y Rubén Campa, Vicky, supervisaban las actividades de los siete subagentes: los matrimonios Nilo y Linda Hernández y Joseph Santos y Amarilys Silverio, y los espías Alejandro Alonso, René González y Antonio Guerrero.

El Departamento de Estado no ha revelado el daño causado por la red, aunque sostiene que "no ha logrado comprometer la seguridad nacional". Más contundentes han sido los dos funcionarios a cargo de la investigación. El fiscal federal, Thomas Scott, lo ha calificado como un "intento de atacar el corazón del sistema nacional de seguridad"; y el director local del FBI, Héctor Pesquera, asegura que "es un gran golpe al Gobierno cubano".

Pero la novela no ha acabado con las detenciones. El siguiente capítulo lo han empezado a escribir los fiscales y los abogados de la defensa, que negocian desde hace días un arreglo entre bastidores para rebajar los cargos a cambio de que "cooperen".

Y aunque La Habana les instruyó (en un comunicado ahora en poder del FBI) que "bajo ninguna circunstancia admitieran vínculos con la inteligencia cubana", la perspectiva de cadena perpetua puede hacer que se lo piensen dos veces. El recurso judicial permitido en EEUU de compensar al chivato podría ser valioso para la fiscalía en este caso, en el que el FBI baraja cifras adicionales de 200 a 300 espías cubanos en Miami.

De momento, el juez les ha negado la libertad bajo fianza. La fiscal del caso, Caroline Heck Miller, hizo la petición temiendo que escaparan a México o Nicaragua. De hecho, ya han desaparecido dos presuntos agentes de la red, Ricardo Villareal y Remigio Lunas. Y Medina, el tercero de la cúpula, al perder su ordenador, tenía previsto escapar a México el 17 de septiembre con varios pasaportes y 5.000 dólares en un maletín. La misión de Medina era liderar la infiltración del Comando Sur de las Fuerzas Armadas.

Hay un hecho que no suscita muchas dudas: el primer golpe público de Estados Unidos al espionaje cubano en cuatro décadas se produce en momentos en que se había iniciado un tímido deshielo entre Washington y La Habana, con la reanudación de los vuelos directos y el envío de ayuda humanitaria.

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