La labor de la Ertzaintza
Las críticas sobre la supuesta falta de eficacia de la Ertzaintza contra la "kale borroka" olvidan, sostiene el autor, la situación del orden público en Euskadi hasta su despliegue y que ha descendido el número e importancia de las algaradas
El pasado miércoles se publicó en estas páginas un nuevo artículo de mi buen amigo el ertzaina Teo Santos, miembro del sindicato Erne, en el que, como hace habitualmente, critica la labor realizada por la institución a la que ambos pertenecemos. Santos centra su escrito en un argumento que, a mi juicio, descalifica totalmente sus razonamientos y que grosso modo se viene a resumir en que las detenciones son la razón fundamental de una policía, pues tienen un componente ejemplarizante para el resto de los delincuentes. Es este un razonamiento que hubieran suscrito gustosamente los sucesivos responsables de gobernación del régimen franquista y que ignora cualquier concepción moderna sobre la naturaleza preventiva del trabajo policial. Esgrime también la idea de que la policía actúa habitualmente movida por concepciones "de imagen" y detiene más o menos en función de la alarma social que determinados delitos puedan causar en la opinión pública. ¡Todo un panegírico sobre la profesionalidad de nosotros, sus compañeros! Con todo, lo que a Santos parece motivarle más a la hora de centrar sus argumentaciones es la supuesta eficacia de la lucha de la Ertzaintza contra la violencia callejera, materia en la que los últimos tiempos parecen haberle señalado como uno de los mayores expertos a nivel estatal, sin que nadie sepamos muy bien de dónde procede su bagaje de conocimientos en la materia, si bien es cierto que ha dispuesto, a cargo del erario público, de unas facilidades inmensamente mayores que el resto de los agentes que integramos la Ertzaintza para formarse en áreas relacionadas con los nuevos conceptos del trabajo policial. La realidad del trabajo de la Ertzaintza es muy distinta de la que presenta Teo Santos. Partamos del axioma de que solucionar cualquier problema de delincuencia es algo muy complejo, máxime si, como en el caso de la violencia callejera, hay numerosos factores añadidos que incrementan la dificultad del asunto y que no se pueden conseguir soluciones mágicas de la noche a la mañana. Pero lo que no pueden justificarse son casos de amnesia tan profundos que lleven a algunos a olvidar de dónde venimos. ¿Cuál era la realidad anterior a la presencia de la Ertzaintza? ¿Qué es lo que heredamos cuando en su día sustituimos a los otros cuerpos policiales? Por doquier huelgas generales o parciales en las que la calle era dominada absolutamente por los violentos, que imponían el cierre de las empresas, colegios y comercios y paralizaban los transportes, sin que la policía fuera capaz de impedirlo; incidentes de violencia callejera de una ferocidad mucho mayor que la actual, con unos escenarios de actuación que rebasaban ampliamente el marco de las zonas viejas de las ciudades; disturbios sistemáticos en prácticamente todas y cada una de la celebraciones festivas de los pueblos de Euskadi; manifestaciones ilegales que degeneraban una y otra vez en enfrentamientos con la policía, en los que no era infrecuente que los más perjudicados fueran los ciudadanos ajenos a los hechos. ¿Era acaso la Ertzaintza aquella policía incapaz de evitar que un grupo de trabajadores enfurecidos de Euskalduna cortaran una y otra vez el puente de Deusto afectando a miles y miles de bilbaínos? Por el contrario, ¿cuál es la realidad actual? La violencia callejera ha disminuido notablemente y lo sigue haciendo. Y no se debe olvidar que la dinámica de la lucha callejera potenciada por ETA para paliar su debilidad en "otros escenarios" nació con la Ertzaintza ya en el apogeo de su proceso de despliegue y, que se sepa, aún no ha sido desactivada. Las cifras, tanto de la propia Ertzaintza como de la Fiscalía General, avalan el descenso de todo tipo de actos violentos en los últimos años, a pesar de que la narración virtual que realiza algún medio de comunicación, con el soporte de colaboradores desinteresados como el propio Santos, pueda hacer creer a alguno que el problema, lejos de solucionarse, va en aumento. Afortunadamente la mayoría de los ciudadanos no caen en tales errores, como lo refleja alguna reciente encuesta sobre la labor de la Ertzaintza en la erradicación de la violencia callejera publicada esta misma semana. El último intento de obligar a los ciudadanos a realizar una huelga general en contra de su voluntad se saldó con un estrepitoso fracaso, desbaratándose los intentos de paralizar por la fuerza transportes, empresas, comercios o colegios. Todo ello creo yo que es un éxito de la Ertzaintza -de los ertzainas-, de quienes optan por hacer su trabajo diario en silencio, con eficacia, en lugar de dedicarse a minar el prestigio de la institución sólo para satisfacer su vanidad personal o con la falaz disculpa de que ello va a reportar beneficios laborales al colectivo. Hemos tenido el verano más tranquilo de los últimos años y los incidentes importantes que ha habido lo han sido en mucho menor número. Además, se han realizado detenciones en prácticamente todos los casos. ¿Muchas o pocas? Las que había que hacer, como lo prueba el hecho de que casi todos los arrestados han ingresado en prisión tras su paso por el juez. Claro que siempre habrá quien opte por considerar más efectivas otras prácticas policiales, como la de identificar a más de doscientas personas ¡acusadas de acudir a un acto convocado por HB! Eso sí es ejemplarizante.
Juan Ramón Ruiz Oppitz es ertzaina, miembro del Servicio de Prensa del Departamento de Interior.
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