La satisfacción del alcalde de Hondarribia

Definitivamente, las mujeres de Hondarribia no pudieron tomar parte en el Alarde de forma normalizada y su alcalde, el señor Borja Jauregui, muestra su satisfacción y afirma : "El pueblo ha mostrado su gran responsabilidad". El viejo refrán se cumple una vez más: no hay peor ciego que el que no quiere ver, pues al parecer las agresiones, insultos, amenazas, empujones, etc., no existieron o carecen de importancia. Quizás piense el alcalde que los periodistas agredidos mientras realizaban su trabajo se lo tienen merecido por querer reflejar los hechos. Decía el alcalde en unas recientes declaraciones que el Alarde no es un espectáculo, y en esto hay que reconocer que lleva cierta razón, sobre todo si lo comparamos con su comportamiento desde que se inició el conflicto; eso sí que es un verdadero espectáculo. Su pensamiento está bien claro: "los sentimientos cívicos-religiosos", "la defensa de los antepasados", "los aplausos con el corazón", "los escalofríos que se sienten", etc.; en fin, un conjunto de declaraciones llenas de irracionalidad y de demagogia. ¿Por qué los aplausos de unos son con las palmas de las manos y los de los otros son con el corazón?, ¿quién tiene la capacidad de medir los sentimientos?, ¿acaso dispone el alcalde de un don especial otorgado por la virgen de Guadalupe para medirlos? No ha dejado de acusar a la compañía mixta Jaizkibel de "irresponsable", pero el señor Jauregi sabe perfectamente que no son los componentes de esta compañía los que insultan, abuchean, amenazan, agreden, etc. Es plenamente consciente de quiénes son los que actúan de esta forma, por cierto, con la connivencia de la Ertzaintza. Entonces, ¿qué objetivos pretende con esas acusaciones?, ¿acaso un ambiente festivo de cordialidad y diálogo? Con posterioridad al acto festivo, diversas mujeres, al ser reconocidas por la calle, han sufrido linchamiento. ¿De verdad está demostrando el pueblo de Hondarribia su gran responsabilidad? Se trata de una fiesta politizada afirma. Efectivamente, el conflicto estaría situado en otras circunstancias si no hubiese existido una instrumentalización de los sentimientos. Afirma que queda claro lo que piensa la mayoría, contraponiéndolo así a la sentencia del TSJPV y pretendiendo imponer por la fuerza un criterio distinto al que establece el Estatuto de Autonomía y a la legalidad; no valen leyes ni tribunales. En definitiva, se trata del mismo principio que aplica ETA de no aceptar ninguna legalidad ni, por supuesto, ningún tribunal. Felicidades, señor Jauregi.-